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El régimen totalitario argelino atraviesa un período de intensa tensión, principalmente debido al deterioro de sus relaciones con Malí y Libia. Un informe francés menciona la posibilidad de enfrentamientos militares entre Argelia y Malí, exacerbados por el uso de drones.
De hecho, la aviación argelina habría tomado medidas para disuadir a los drones malienses de operar en la región de Azawad, al norte de Malí, según el diario francés L’Opinion en su edición del 1 de septiembre de 2024.
Argel ha optado por la disuasión operativa frente a las autoridades malienses. La mañana del 27 de agosto, un caza Su-30 de la fuerza aérea argelina emitió señales de advertencia hacia un dron turco TB2 que sobrevolaba la zona, obligándolo a dar marcha atrás.
Espectro de la guerra
Así pues, tras un intercambio tenso en la ONU entre representantes argelinos y malienses, Argel parece haber decidido intensificar las hostilidades. La diplomacia cede así el paso a una demostración de fuerza militar. Impaciente, el ejército argelino ha optado por recurrir a la disuasión militar, como lo ha informado L’Opinion.
Argelia también ha pedido sanciones contra Malí por su presunta acogida de mercenarios rusos de Wagner, que ahora se hacen llamar (Legión Africana).
Estas tensiones, combinadas con el temor de una crisis migratoria debido a los conflictos en el Sahel, crean una atmósfera de gran inquietud en Argel.
Argelia, país con un destino a menudo tumultuoso, parece hundirse en una nueva crisis, esta vez bajo la forma de una amenaza de guerra inminente.
Un informe reciente describe un panorama apocalíptico, prediciendo el peor escenario para el país en décadas.
Miedo a la implosión
Entre las crecientes tensiones dentro y fuera de sus fronteras, una economía en caída libre y una población cada vez más descontenta, Argelia se asemeja a un funámbulo ebrio que se tambalea peligrosamente sobre el alambre.
El informe, tan negro como la tinta con la que fue escrito, evoca una posible guerra que podría ser el golpe de gracia para un régimen ya tambaleante. Los vecinos, antes distantes pero pacíficos, se transforman en amenazas potenciales.
Malí, sumido en sus propios conflictos internos y la nebulosa de las relaciones con Rusia, añade una capa adicional de complejidad a las tensiones regionales.
El Gobierno argelino, fiel a sus costumbres, parece atrapado en una danza vacilante entre la negación y la paranoia, oscilando entre minimizar los riesgos y preparar lo impensable.
En el interior, la situación no es mucho más brillante. La economía argelina, ya afectada por años de mala gestión y corrupción, se enfrenta a una crisis existencial.
La población, cada vez más desilusionada, observa con creciente inquietud la incapacidad del régimen para ofrecer soluciones concretas.
Las manifestaciones esporádicas, aunque reprimidas con vigor, siguen revelando una frustración popular que podría, en cualquier momento, transformarse en un levantamiento masivo.
El espectro de 1988 sigue presente, recordando a todos lo que puede suceder cuando la ira del pueblo alcanza su punto álgido.
Supervivencia: especialidad del régimen senil argelino
Pero si la historia de Argelia nos enseña algo, es su resiliencia, a veces trágica, a menudo irónica. El régimen, a pesar de sus numerosos errores, ha logrado hasta ahora navegar a través de las crisis jugando la carta de la supervivencia a toda costa.
Sin embargo, cada nueva crisis erosiona un poco más su legitimidad. Así, cada vez es más claro que los métodos del pasado tal vez no sean suficientes para contener las tormentas que se avecinan.
Entonces, ¿Argelia se dirige realmente hacia una guerra, o sóloes una nueva puesta en escena para desviar la atención de los problemas internos? Es difícil decirlo con certeza.
El arte de bailar al borde del precipicio
Argelia está efectivamente en ebullición, y no es por el calor. Los seniles del balcón del Muppets show made in Algeria, presa de angustias existenciales, se debaten entre tensiones fronterizas y conflictos diplomáticos.
Una confrontación militar con Malí parece más que probable, mientras que las relaciones con Libia y Rusia están al borde del precipicio.
Todo esto, por supuesto, no podría caer peor para los argelinos, que ya hacen malabares con las consecuencias de una política exterior hecha jirones.
Entre drones malienses que sobrevuelan sus fronteras y una Rusia cada vez más intrusiva, el territorio argelino es un tablero geopolítico.
Las potencias regionales se dedican a jugar al ajedrez en él, y los caporales de Argel podrían ser los peones sacrificados.
Entre las crecientes tensiones con Malí, las acusaciones cada vez más descabelladas contra Rusia —pero discretamente, porque no hay que irritar demasiado al Oso—, y el miedo visceral a una crisis migratoria que podría hacer explotar la olla a presión, el régimen parece oscilar entre el pánico y la paranoia.
Al este del Edén, el cielo parece constantemente cargado de nubes tormentosas. Es un delicioso cóctel de tensiones, miedos y frustraciones para las marionetas en el poder que ven el espectro del caos acercarse a pasos agigantados.