Rue20 Español/ Fez
Walid El Moumen
En Argelia, todo está preparado para que Abdelmadjid Tebboune permanezca en el Palacio de El Mouradia por otro mandato. No hay nadie mejor que él para que el régimen militar dirija el país a su antojo, consolidando el odio y la hostilidad hacia su país vecino, Marruecos.
Desde que asumió el poder en 2019, Tebboune ha utilizado a Marruecos como un instrumento para hacer que los manifestantes regresen a sus casas. Promovió la idea de que Marruecos es el origen de todos los males, logrando así calmar la situación y dispersar el Hirak, que duró aún más de seis semanas después de su llegada al palacio presidencial en Argel.
Con una doctrina de Estado antimarroquí, el mandatario argelino ha conseguido tomar las riendas del poder, y con ella se empeña en asegurar las elecciones a su favor.
Para desviar la atención de las fallas internas de su gobierno, Tebboune recurrió a la ruptura de las relaciones diplomáticas con Marruecos, atribuyendo al Reino los incendios que afectaron a su país durante el verano de 2021. En lugar de aceptar la ayuda del Reino, que estaba dispuesto a intervenir con sus aviones Canadair y rescatar los bosques argelinos, Tebboune aprovechó la ocasión para dirigir acusaciones ilógicas al Reino, aplicando así el dicho árabe: «La mano que te extiende la ayuda, córtala.»
De momento, Tebboune sigue los mismos pasos de su mandato anterior; basándose en la carta gastada del conflicto artificial del Sáhara marroquí, Tebboune ignora los problemas internos de su país, que siguen sin resolverse.
El mandatario argelino ha contribuido significativamente a mostrar al mundo que el régimen de Argel está en modo de piloto automático desde hace mucho tiempo. La realidad es que el país está en manos de personas que no tienen nada que ver con la política ni la diplomacia.
Sin embargo, esta retórica sólo sirve para ocultar la amarga realidad que se vive en Argelia, como la gestión económica deficiente, las tensiones sociales y la falta de reformas.
En definitiva, el verdadero problema de Argelia es que no quiere admitir que sus antiguos presidentes han apostado por una carta que nunca logrará su objetivo. El verdadero problema no es Marruecos, sino una clase política de la vieja generación que no tiene intención de renovarse; una generación incapaz de abordar los problemas reales del país y obsesionada con el Reino marroquí.