Rue20 Español/Rabat
En el espacio de una semana, Abdelmadjid Tebboune, presidente-candidato a su propia sucesión, ya ha abandonado una de sus principales promesas electorales. Ya no se habla de enviar al ejército argelino a Gaza, ni de construir hospitales, y mucho menos de pedir la apertura de las fronteras egipcias.
La reciente advertencia estadounidense le ha enseñado, evidentemente, a mantener un lenguaje acorde a sus posibilidades.
Abdelmadjid Tebboune, autodenominado candidato independiente a la presidencia argelina del 7 de septiembre de 2024 —un eufemismo que esconde su verdadero estatus de candidato imbatible del ejército—, celebró el domingo 25 de agosto el segundo mitin de su campaña electoral en Orán, después del del fin de semana anterior en Constantina.
Su rápido cambio de rumbo respecto a las declaraciones que hizo una semana antes no ha pasado desapercibido.
Olvidados los juramentos con la mano en el corazón, desterrada la palabra «ejército», Egipto es un país demasiado lejano para ser nombrado. ¿Sus fronteras con Israel? Demasiado temerario quien se roce con ellas… ¿Y los tres hospitales construidos en 20 días en Gaza? ¿Y los convoyes de cientos de médicos argelinos? Los compromisos de la semana pasada ya no son válidos la semana siguiente.
Así va «la nueva Argelia» y su presidente que ni siquiera tiene la decencia de callarse.
Se habrá entendido: la conquista burlesca de Gaza por las tropas de Tebboune, fomentada la semana pasada en Constantina, ha pasado a la papelera este domingo en Orán.
Esta vez, Tebboune ha cambiado de fusil de hombro, o lo ha tirado directamente, entregándose a un espléndido número de amnesia voluntaria.
La comparación entre las fanfarronadas de Constantina y el aprendizaje de las realidades en Orán debería ser utilizada como tarjeta de visita de la irracionalidad y el carácter burlesco del régimen de Argel.
Esta comparación ofrece sobre todo una fotografía realista de una gobernanza que avanza a trompicones.
Tebboune habló de Palestina en Orán para decir que nunca la abandonará… hasta que no tenga un puesto de miembro de pleno derecho en la Organización de las Naciones Unidas [ONU].
Añadió que hará todo lo posible para llevar ante la corte internacional a los autores de los crímenes en Gaza. Ni siquiera mencionó a la «entidad sionista». Lo cual es rarísimo en el lenguaje de los dirigentes argelinos.
¿Qué ha podido pasar en el espacio de una semana para que Tebboune pase de un discurso marcial, donde hizo una casi declaración de guerra, a unas palabras tímidas y legalistas?
La advertencia de los estadounidenses, transmitida oficialmente el pasado jueves al régimen argelino por Elizabeth Moore Aubin, embajadora de Estados Unidos en Argel, ha surtido efecto.
Argelia se ha visto obligada, incluso antes de que la diplomática estadounidense saliera del despacho de Ahmed Attaf, ministro de Asuntos Exteriores, a publicar inmediatamente un comunicado en el que se compromete a optar por el pacifismo en la búsqueda de soluciones a los conflictos y disputas regionales que tienen lugar en la zona geográfica a la que pertenece Argelia.
También debieron producirse las protestas por vía diplomática de Egipto, a quien Tebboune hizo endosar en el discurso de Constantina el papel de guardián de las fronteras de Israel.
También ha habido un viento de pánico entre los generales septuagenarios, octogenarios, nonagenarios y pronto centenarios al frente del ejército argelino. Estos ancianos de uniforme, que sufren varias enfermedades crónicas, se han sentido muy incómodos con los planes de invasión de Gaza que Tebboune compartió con una sala incandescente.
El ejército argelino, el más corrupto del mundo —¡hay que tener siempre presente que el general de división Abdelkader Lechkham está cumpliendo una pena de prisión por haber malversado 2.000 millones de dólares!—, equipado con antigüedades como se puso de manifiesto en el desfile de julio de 2022, donde la obsolescencia del material dejó sin palabras incluso a los panegiristas del régimen, no está en condiciones de entrar en conflicto con un ejército moderno.
Si Tebboune ha corregido en Orán sus palabras sobre Gaza, no ocurre lo mismo con las demás mentiras que alimentan su campaña.
No sólo no convence a nadie con sus discursos contradictorios y plagados de cifras y promesas imposibles de cumplir, sino que, a diferencia de los otros dos candidatos, que hacen más bien de liebres que de verdaderos competidores, Tebboune no se ha atrevido a ir él mismo a las distintas wilayas del país, ni a bajar a la arena para encontrarse con el pueblo llano y exponer, en un lenguaje de proximidad, su programa interactuando con los electores.
Es cierto que una actitud así es impensable por su parte, ya que se sabe odiado por la mayoría de los argelinos, que ven en él a un presidente que ha cumplido un primer mandato ilegítimo y que se dispone a encadenar con un segundo del mismo calibre.
Su llamamiento y sus promesas electorales de crear 450.000 puestos de trabajo para los jóvenes son un síntoma de su miedo ante el abismo que le separa de esa «franja mayoritaria de la sociedad», como él la califica.
Hasta ahora, y desde el inicio oficial de la campaña electoral, hace ya doce días, se ha limitado a dos mítines organizados en pabellones deportivos, lugares cerrados cuyo acceso está estrictamente controlado y reservado a personalidades del régimen, militares y sus familias, que han acudido para dar la cara.
En cuanto a Palestina, el régimen argelino, autoproclamado campeón mundial de esta causa, es el único en el planeta Tierra que prohíbe las marchas y manifestaciones en favor de esta misma Palestina.