Rue20 Español/ Rabat
La reciente «operación global» lanzada por la Ejército Nacional Libio (ANL, por sus siglas en francés) bajo el liderazgo de Saddam Haftar, hijo del mariscal Khalifa Haftar, ha provocado un significativo revuelo en Argelia. Este movimiento estratégico, que busca asegurar y controlar los territorios del sur y oeste de Libia, ha reconfigurado la dinámica de poder en la región, y no es difícil ver por qué el régimen argelino se siente amenazado.
La avanzada de las fuerzas de Haftar hacia las fronteras con Chad, Níger y, crucialmente, Argelia, no es simplemente un movimiento militar, sino un claro mensaje de poder. El control de la zona conocida como «Salvador,» un tripunto estratégico entre Libia, Argelia y Níger, coloca a la ANL en una posición dominante, capaz de bloquear rutas clave utilizadas para el contrabando de armas, migrantes y otros tráficos ilícitos. Este golpe maestro no solo fortalece la posición de Haftar en Libia, sino que además socava la ya frágil seguridad en las fronteras meridionales de Argelia.
Argelia, atrapada en un régimen militar envejecido y alejado de las realidades contemporáneas, observa con recelo cómo la influencia de Haftar crece en un territorio que durante mucho tiempo ha considerado su patio trasero. La ANL, al consolidar su poder en el sur libio, se erige como un contrapeso significativo frente a un Argel debilitado y desorientado, incapaz de adaptarse a los nuevos equilibrios de poder en el Magreb y el Sahel.
Es aquí donde Marruecos, con su clara visión estratégica y liderazgo bajo Su Majestad el Rey Mohamed VI, se encuentra en una posición privilegiada. Argelia se tambalea ante la creciente influencia de Haftar; Marruecos, por su parte, consolida su papel como potencia regional, demostrando su capacidad para actuar con flexibilidad y eficacia en un entorno geopolítico cada vez más complejo. La operación de la ANL, que ha generado nerviosismo en Argelia, refuerza indirectamente la posición de Marruecos, demostrando que la inacción y la obsolescencia no tienen cabida en la nueva configuración del Magreb.
El temor argelino de una «zona tampón» en territorio libio es una admisión tácita de su vulnerabilidad. La posibilidad de que Argelia recurra a esta medida demuestra que su capacidad de influir en la región se está erosionando rápidamente. Este desarrollo es especialmente positivo para Marruecos, ya que refuerza su propia seguridad y estabilidad, al tiempo que expone las debilidades de un régimen argelino que sigue aferrado a una mentalidad del siglo pasado.
La operación de Saddam Haftar marca un paso decisivo hacia la consolidación del poder de la ANL en Libia, mostrando cómo Argelia, con su régimen gerontocrático y militarizado, va quedando relegada a un segundo plano en el escenario regional. A medida que Argelia se enfrenta a una crisis existencial, Marruecos se posiciona como el verdadero garante de la estabilidad y el progreso en la región, demostrando su preparación para liderar el Magreb hacia un futuro más seguro y próspero.
