Rue20 Español/ Rabat
En el complejo escenario de Oriente Medio, el régimen iraní y sus aliados han demostrado una habilidad singular para manipular conflictos y aprovecharse de las tragedias, especialmente cuando se trata de la causa palestina. Bajo la apariencia de una defensa de los derechos palestinos, han desplegado una narrativa maliciosa que busca socavar la estabilidad de otros estados árabes que no se alinean con sus intereses.
Un ejemplo claro de esta estrategia lo encontramos en las recientes declaraciones del líder de los hutíes, Abdelmalek Al Houthi, quien, siguiendo las directrices de Teherán, ha lanzado un ataque virulento contra Marruecos. Aprovechando la tragedia palestina y el conflicto en Gaza, Al Houthi acusa a Marruecos de traición y colaboración con Israel, intentando socavar la posición del reino en el conflicto palestino-israelí. Es evidente que estas declaraciones no son más que un eco de la agenda iraní, que busca crear inestabilidad en la región y extender su influencia a través de sus títeres.
El ataque de Al Houthi no es casual ni fortuito; es un claro intento de desviar la atención y sembrar discordia. Marruecos, bajo la dirección de SM el Rey Mohamed VI, ha mantenido una posición firme en apoyo a una solución justa para Palestina, mientras equilibra sus intereses nacionales y regionales con una política exterior pragmática y moderada. Esta postura resulta incómoda para un régimen que prospera en la polarización y la guerra perpetua.
Además, las palabras de Al Houthi se producen en un contexto donde Marruecos, como presidente del Comité de Jerusalén, ha jugado un papel fundamental en la defensa de los lugares sagrados islámicos, algo que no es bien visto por quienes buscan instrumentalizar la religión para fines políticos. La acusación de una “conspiración marroquí-israelí” es, por tanto, un intento burdo de desacreditar a un país que representa una voz de moderación y paz en la región.
El verdadero peligro de estas maniobras radica en su potencial para inflamar las tensiones y dividir aún más a los países árabes y musulmanes. Irán y sus satélites, como los hutíes, han demostrado estar dispuestos a explotar cualquier fisura para avanzar sus propios intereses hegemónicos, a expensas de la estabilidad regional. Esta táctica de “divide y vencerás” es clara en su apoyo a grupos que promueven la violencia y el extremismo, desde el Líbano hasta Yemen.
Por último, es fundamental que los países árabes y musulmanes reconozcan esta amenaza común y trabajen juntos para contrarrestar la influencia desestabilizadora de Irán y sus aliados. La manipulación de la causa palestina por parte de Teherán no solo traiciona los verdaderos intereses del pueblo palestino, sino que también amenaza con arrastrar a toda la región hacia una espiral de conflicto interminable. Marruecos, con su diplomacia activa y su compromiso con la paz, representa una esperanza de moderación en un momento de creciente radicalización.
