Rue20 Español/ Rabat
Desde que Argelia logró su independencia en 1962, el país ha estado sumido en una encrucijada existencial, atrapado entre las promesas de libertad y un sistema que ha construido su poder sobre un entramado de mentiras y distorsiones. Bajo la sombra del Frente de Liberación Nacional (FLN) y el régimen militar que le sucedió, Argelia ha transitado un camino oscuro, donde la verdad se ha convertido en un enemigo y la mentira en la base sobre la que se sostiene el Estado.
El régimen argelino ha perfeccionado el arte de la manipulación, comenzando con la glorificación de su papel en la guerra de independencia, una narrativa que ha sido repetida ad nauseam para consolidar su control absoluto. El FLN se presentó como el único héroe legítimo de la liberación, borrando de la memoria colectiva las contribuciones de otros movimientos y actores, y distorsionando las cifras de mártires para inflar su legitimidad. La cifra de 1,5 millones de mártires, repetida como un mantra, es un ejemplo flagrante de esta manipulación. Las cifras reales, que rondan los 400.000, muestran la magnitud del engaño que ha sido perpetrado para cimentar un poder que, desde sus inicios, estuvo basado en la falsedad.
Este laberinto de mentiras no se limita a la historia, sino que se extiende a todos los rincones del Estado argelino. Las cifras económicas son manipuladas para ocultar la corrupción desenfrenada y el estancamiento, los medios de comunicación son silenciados o controlados para mantener un discurso único, y se fabrican enemigos externos, como Marruecos, para distraer al pueblo de los verdaderos problemas que enfrenta el país. En Argelia, la verdad ha sido sistemáticamente reemplazada por una narrativa oficial que busca perpetuar un régimen desconectado de las necesidades y aspiraciones del pueblo.
La mentira no es solo un recurso del poder en Argelia; es la columna vertebral del Estado. Ha creado un clima de desconfianza generalizada, donde los ciudadanos, especialmente las nuevas generaciones, han crecido en un ambiente donde la realidad es algo que se oculta o se distorsiona. Este clima ha sofocado cualquier intento real de democratización y ha dejado al país atrapado en un ciclo de falsas promesas y represión.
Lo más alarmante es cómo este sistema de engaños ha calado en la sociedad argelina, deformando la percepción colectiva de la verdad y la historia. Los argelinos han sido educados en un ambiente donde las mentiras del régimen son presentadas como hechos, y donde cuestionar la narrativa oficial es un acto de subversión. La verdad, en este contexto, se ha convertido en una amenaza para el régimen, un peligro que podría desmoronar toda la estructura de poder que se ha erigido sobre décadas de falsedades.
Para que Argelia pueda aspirar a un futuro diferente, el pueblo argelino deberá enfrentar una tarea monumental: desmantelar el sistema de mentiras que ha gobernado el país desde su independencia. Esta «segunda independencia» no se ganará con armas, sino con la verdad. Será una lucha por la memoria, por la clarificación, y por la construcción de un Estado que se base en la transparencia, la justicia y la realidad. Hasta que eso suceda, Argelia seguirá siendo una nación rehén de la mentira, atrapada en un laberinto de engaños del que solo podrá escapar cuando la verdad se convierta en la base de su gobierno y su sociedad.