Rue20 Español/ Rabat
En el debate sobre el Sáhara marroquí, la reciente columna de Khadija Mohsen-Finan en Le Monde ha despertado reacciones que ponen en entredicho su objetividad. Según Hassan Alaoui, en su análisis publicado en Maroc Diplomatique, Mohsen-Finan refleja una postura claramente sesgada, al ignorar la historia y las realidades geopolíticas del Sáhara. Para Alaoui, la crítica de Mohsen-Finan al plan de autonomía marroquí, apoyado por Francia, no solo desestima la legitimidad de Marruecos, sino que también revela una alineación ideológica que favorece los intereses argelinos y del Polisario.
Mohsen-Finan, quien en otros tiempos fue vista como una académica seria, ha perdido credibilidad al adoptar una narrativa que, según Alaoui, repite las posiciones del régimen argelino. Su insistencia en presentar al Sáhara como un territorio separado de Marruecos ignora siglos de historia en los que la región ha estado vinculada de manera inextricable con el Reino marroquí. Alaoui destaca que las principales dinastías que han gobernado Marruecos, como los Saadíes y los Alauíes, han defendido siempre el Sáhara como parte esencial del territorio nacional, una realidad que Mohsen-Finan parece pasar por alto o desconocer por completo.
Además, la autora parece ignorar los avances diplomáticos y políticos que Marruecos ha logrado en el escenario internacional. El plan de autonomía propuesto por Marruecos en 2007, que cuenta con el respaldo de numerosas naciones, incluido Francia, es visto por muchos como una solución pragmática y duradera para un conflicto que ha perdurado por décadas. Sin embargo, Mohsen-Finan desestima este plan, optando en su lugar por una defensa del referéndum de autodeterminación, una propuesta que ha demostrado ser inviable en el contexto actual.
La parcialidad de Mohsen-Finan es evidente no solo en su apoyo a la narrativa argelina, sino también en su omisión de hechos históricos cruciales. Alaouiseñala que el Sáhara ha sido históricamente una región donde se originaron las principales dinastías marroquíes, y que desde 1956, Marruecos ha reivindicado consistentemente su soberanía sobre el territorio. La creación del Polisario en 1973 por Argelia y la financiación libia, menciona Alaoui, es un esfuerzo por socavar la integridad territorial de Marruecos, un contexto que Mohsen-Finan elude en su análisis.
En última instancia, el artículo de Mohsen-Finan parece más un intento de justificar una postura ideológica que un análisis serio y riguroso del conflicto del Sáhara. Su falta de neutralidad y su enfoque unilateral no solo minan su credibilidad como académica, sino que también contribuyen a perpetuar un conflicto que requiere soluciones basadas en la realidad y el compromiso. La historia y la diplomacia actuales apuntan hacia una solución enmarcada en la soberanía marroquí, un camino que Mohsen-Finan ha elegido ignorar en favor de una narrativa que, según Alaoui, está desfasada y desprovista de objetividad.