Rue20 Español/ Rabat
Última entrega del manual de supervivencia política argelina, donde lo absurdo alcanza nuevas cumbres. El reciente movimiento del presidente Abdelmayid Tebboune ha dejado a muchos descolocados: ¿nombrar al ministro del Interior como jefe de su campaña electoral? ¡Por supuesto, nada más natural en el surrealista escenario político argelino!
Imaginemos por un momento a Tebboune, con la misma compostura de un ilusionista que revela su truco final, anunciando que Brahim Merad, el hombre encargado de supervisar la transparencia del proceso electoral, será ahora también el director de su campaña. Este movimiento, tan lógico como poner al zorro a cuidar el gallinero, subraya una vez más los desmanes monumentales de un régimen anacrónico.
¿Y qué podemos esperar de esta jugada maestra en tropeza? Los otros candidatos, esos pobres actores secundarios en esta farsa, no saben si reír o llorar. Merad, con su impresionante currículum de wali en múltiples provincias y su reciente papel como mediador de la República, parece estar perfectamente equipado para llevar la campaña electoral a nuevas alturas… o profundidades, según se mire.
Por supuesto, no podemos olvidar el contexto en el que se desarrolla esta payasada. La represión de periodistas, activistas y opositores ha alcanzado niveles tan surrealistas que Dalí se sentiría como en casa. ¿Cómo no recordar las recientes detenciones de Omar Farhat y Soufiane Ghirous, del sitio «Algeria Scoop»? Mientras los ciudadanos son invitados a participar en este teatro de lo absurdo, la maquinaria represiva se asegura de silenciar cualquier voz disidente.
La realidad supera una vez más la ficción en Argelia. La independencia de las instituciones queda relegada a un segundo plano mientras la mano firme del régimen se asegura de que el guion se siga al pie de la letra. Y así, seguimos viendo cómo la política argelina nos ofrece, día tras día, un espectáculo de surrealismo que no deja de sorprendernos.