Rue20 Español/ Rabat
El reciente anuncio del presidente francés Emmanuel Macron, afirmando que «el presente y el futuro del Sáhara se enmarcan dentro de la soberanía marroquí», ha dejado al régimen militar argelino una vez más en evidencia. La reacción inmediata de Argel, retirando a su embajador en París, no es más que otro acto de teatro político destinado al consumo interno, una táctica desesperada de un régimen que sigue acumulando fracasos en su política exterior, especialmente en relación con el Sáhara.
El Costo de una Obsesión
Durante décadas, Argelia ha invertido miles de millones de dólares en apoyar al Polisario, un movimiento que, a estas alturas, se ha convertido en una carga económica y diplomática insostenible. Este apoyo no ha traído más que aislamiento y pérdida de oportunidades de desarrollo para el propio pueblo argelino. La reciente decisión de retirar al embajador en Francia se asemeja a la farsa que se vivió con España, cuando Argelia también retiró a su embajador en respuesta al respaldo español al plan de autonomía marroquí, solo para verlo regresar sin ningún cambio en la postura española.
El régimen argelino, atrapado en una lógica de confrontación y rencor, no ha podido adaptarse a las nuevas realidades geopolíticas. Mientras tanto, Marruecos ha cosechado apoyos internacionales significativos, consolidando su posición sobre el Sáhara. Este estancamiento ha costado a Argelia un tiempo valioso y recursos que podrían haberse utilizado para fomentar el desarrollo económico y social en el país.
La Ineficacia de una Política Exterior Caduca
La retirada del embajador en París no solo es una demostración de la impotencia argelina, sino también un reflejo de la política exterior caótica y anacrónica del régimen. La diplomacia argelina parece más preocupada por mantener una postura ideológica rígida y desconectada de la realidad, que por buscar soluciones pragmáticas y beneficiosas para su país. El uso de la retórica beligerante y las amenazas veladas no ha hecho más que aislar a Argelia de sus vecinos y de la comunidad internacional.
La historia ha demostrado una y otra vez que las políticas basadas en el odio y el resentimiento están destinadas al fracaso. El caso del Sáhara marroquí es un claro ejemplo de ello. Desde los tiempos de Ferhat Abbas, la advertencia sobre el despilfarro de recursos en el Polisario ha caído en oídos sordos. Hoy, más de medio siglo después, Argelia se enfrenta a las consecuencias de esas decisiones erróneas.
La Necesidad de un Cambio Urgente
El pueblo argelino merece un liderazgo que priorice sus necesidades y aspiraciones. La construcción de fábricas, la creación de empleos y la mejora de las condiciones de vida deberían ser las prioridades de cualquier gobierno. Sin embargo, el régimen militar sigue aferrado a una causa perdida, mientras el resto del mundo avanza.
El aislamiento de Argelia no solo afecta a su economía, sino también a su posición en el escenario internacional. La reciente declaración de Macron y el respaldo de otras naciones a la postura marroquí sobre el Sáhara marcan un punto de inflexión. La comunidad internacional está cada vez más convencida de la viabilidad del enfoque marroquí, dejando a Argelia cada vez más sola en su postura radical.
El régimen militar argelino debe reconocer que su política exterior ha sido un fracaso y que es necesario un cambio urgente. Continuar por el mismo camino solo traerá más sufrimiento y aislamiento para el pueblo argelino. La historia ha demostrado que aquellos que no aprenden de sus errores están condenados a repetirlos. Es hora de que Argelia mire hacia adelante y se una a la comunidad internacional en la búsqueda de soluciones reales y sostenibles para el futuro del Sáhara y de su propio país.
