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sábado, octubre 5, 2024

Prólogo del poeta Aziz Tazi al libro ‘Sendero de Volúbilis’ de Manuel Gahete

Rue20 Español/ Fez

Aziz Tazi*

   De entre los diferentes tipos de traslación de un texto desde una lengua de partida a otra de llegada, la traducción de la poesía es, indudablemente, la más ardua y la que ofrece más resistencia, debido a su naturaleza y sus especificidades, consistentes en ofrecer una cosmovisión muy personal e intransferible que el poeta intenta plasmar en su lengua original, una lengua no siempre capaz de abarcar la amplitud y la complejidad de los elementos conceptuales e imaginarios que han originado esta visión. La poesía, pensamos, no es tanto la expresión de los sentimientos como un intento por comprenderlos. Es un esfuerzo de intelección posterior a los sentimientos y las emociones, las alegrías y las desesperanzas, la contemplación y el asombro. Es un acto volitivo acompañado de una intuición totalizadora que puja por aprehender las cosas en su profundidad y sus detalles encubiertos.

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   Sin embargo, este intento y esta necesidad se enfrentan a la desobediencia de la lengua y sus límites, que obligan al poeta a entrar en un torbellino que le impulsa centrífugamente hacia las márgenes de las palabras y el relativismo de sus significados, compeliéndolo a volver, una y otra vez, al momento primigenio que originó el sentido que está persiguiendo con el fin de eternizarlo y capsularlo en la ilusión de un vocablo. De este modo, la poesía se convierte en una vuelta al pasado que se fue, sin posibilidad de repetirse, al momento fundador e inefable.

  Justamente, el mundo poético de Manuel Gahete es un ejemplo paradigmático que se incardina continua e incesantemente en esa lucha por domar la palabra y someterla, dentro del verso y en todo el poema, a una música propia y virginal, ajena al letargo en que estaba sumida en el diccionario (necrópolis de las palabras, en palabras de Dámaso Alonso): Sabes que las palabras son flores en el viento/si nadie las pronuncia, se marchitan (Aprendiz de sabiduría, Mapa físico, 2002). En consecuencia, las metáforas e imágenes donde se acrisola la palabra poética de Gahete, transida por una luminosidad nueva, no son meras añadiduras o revestimientos estilísticos que se superpondrían a un determinado significado, sino que son, en y por sí mismas, el significado mismo, la visión poética que constituye la singularidad emocional y gnoseológica de su poesía.

  Por lo tanto, es en el centro de este vórtice, de esta afiebrada y apasionada búsqueda, donde nace la poesía de Manuel Gahete. Esta dualidad constante entre el no ser y el devenir de la palabra poética, entre la sombra y la luz, origina, constantemente, una serie de binomios, esparcidos a lo largo y ancho de los versos de nuestro poeta, referentes a los temas y las obsesiones perpetuos del quehacer poético: el paso del tiempo, la muerte, el relativismo y la finitud de las cosas: Escribo ser como si escribo nada (‘Oficio de escribir’, El legado de arcilla), el amor como salvación: La libertad de haber amado (Mitos urbanos, p. 14), el olvido: ¿Queda algo de alguien/en nosotros/ cuando el tiempo devora las huellas y el destino/ cuando en nada deviene el alción de la bruma/ y los sueños de agua se inmergen en la niebla? (Mitos urbanos, p. 17 ), el hombre y Dios (Transpeto), la sombra y la luz: Hombre de luz eterna/ a la efímera sombra condenado (Mitos urbanos, p. 14), la felicidad y la angustia.

  Consciente, entonces, de que las cosas existen por contraste, de la contingencia y la transitoriedad de las circunstancias y los momentos vitales: Sabes que nuestras vidas son luces de un momento (“Aprendiz de sabiduría” Ánfora nova. El universo luminoso de Manuel Gahete, p. 45), Manuel Gahete, por lo demás filólogo y crítico literario acendrado, con una formación clásica y gongorista exquisitas, asume, pues, su naturaleza de poeta atormentado, su condición de andaluz, tanto en su ser como en su poesía, con un alma que oscila sin reposo entre la alegría y el dolor, entre lo rosa y lo negro, como dice el ya mencionado Dámaso Alonso. En íntima correlación con esto último, y no por mera añadidura, la personalidad y la poesía de Gahete no se entenderían sin su dimensión andalusí, cuyas reminiscencias y evocaciones envuelven emocional y poéticamente muchos de sus suntuosos versos.

   Justamente, el canto a este legado andalusí en sus múltiples aspectos y manifestaciones es lo que caracteriza e impregna los versos de este poemario, Sendero de Volúbilis, objeto de la presente traducción al árabe, realizada por la profesora Salma Moutaouakkil.

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  Sendero de Volúbilis es una antología poética que reúne una serie de poemas publicados entre 1986 y 2014, cuyo denominador común, siendo cada poema y cada verso únicos e irrepetibles, es la profundidad del sentir poético, burilado en la expresión con una voluptuosidad y una musicalidad exquisitas, vertidas sobre los recuerdos de un pasado, no por lejano menos presente y persistente en la personalidad de nuestro poeta: el pasado andalusí.

  La máxima expresión del esplendor y el posterior decaimiento de al-Ándalus (obligado binomio de contrarios como en toda la poesía de Gahete) viene dada, en nuestra opinión, en el largo poema Testamento, con sus tres partes (I, II y III) perfectamente interrelacionadas. Asistimos, aquí, al desdoblamiento poético de la personalidad de nuestro poeta en la del califa Abd al-Rahman al-Nasir, contemplando las ruinas de la ciudad de Medina Azahara. Las dos almas así fundidas rememoran con dolor y amargura el pasado glorioso, casi irreal, de la legendaria ciudad, abocado fatalmente al acíbar del olvido: ¿De qué me valen –dime-? ¿De qué me sirven¿/ las gemas, los perfumes y los tapices?/ Si fue por ella/ por quien fueron mis ansias llanto y quimera. (…) ¡Ah qué lentos puñales para el olvido!(Códice andalusí).

   La temperatura anímica y poética asciende un escalón más haciendo que nuestro poeta se apropie de la voz del califa Al-Nasir que, aterido, constata, retrospectivamente, el inexorable paso del tiempo y la implacable brevedad de los momentos de felicidad: De mi largo reinado, de tan grande esplendor, tanta victoria y gloria y/ opulencia, ni siquiera recuerdo haber escrito en rudo papel rojo, con la hibr de/ la agalla, catorce días seguidos de azul felicidad. (Códice andalusí).

  La finitud de las personas y las cosas, contenida en la raíz misma del esplendor y la gloria, desde sus comienzos y en sus refulgentes manifestaciones, se trasluce en estos bellos y estremecedores versos, así como en otros muchos a lo largo y ancho de la antología, conformando una especie de eterna ley de vida y obsesivo leitmotiv poético, con sus suntuosos sustantivos y polícromos adjetivos transidos de luz y de sombra: Me oculté en el boscaje de un reducto lignario para alejar la muerte y ni la/ soledad pudo  evitarla./ Porque estaba la muerte, celada y acezante, en el blanco esplendente de/ Medinat al-Zahra./ En todos sus alcázares de plata y pedrería./ En sus recias columnas brocadas de jacintos./ En todos los alcores de aljófares y perlas. (Códice andalusí).

   La plena consciencia y la serena comunión con la fatalidad del paso del tiempo y la irremediable brevedad de los momentos de felicidad, con el consecuente pasmo y la irremediable decrepitud, tópico poético irrenunciable en cualquier gran poeta con sensibilidad e intuición exacerbadas como es el caso de Manuel Gahete, vienen compensadas, tanto en Sendero de Volúbilis como en el conjunto de la obra poética de nuestro poeta, con un solemne canto al amor, único contrapunto posible y salvador frente al fatum del vivir: ¡Viva el amor! No existe mayor gloria/ ni ley con más vigor que nos ordene/ cómo embriagar la vida y la memoria./ Porque quien nace para amar ya tiene/ ganada la batalla y la victoria/ que solo el propio amor amando obtiene (Códice andalusí). O este apoteósico final de otro poema, que se afirma como una sentencia universal: ¡Ay del amor que no viene/ como el bálsamo a la herida. (El fuego en la ceniza).

  Los límites de esta presentación no nos permiten ahondar a fondo en la extensa y variada temática de los poemas que integran esta antología de Manuel Gahete, pero podemos aseverar que, al tiempo que recorren lo esencial de los lugares comunes universales y atemporales de la poesía, tienen, en Sendero de Volúbilis, un mismo referente espacio temporal y una misma querencia: Al-Ándalus. Amén de los ya vistos, encontramos, tratados con maestría y en íntima correlación con el conjunto, otros temas como la amistad: Sabes que desfallece en la distancia/ la amistad si el amigo/ deja tu corazón sobre las brasas (‘Aprendiz de sabiduría’, Mapa físico); la poesía: Poesía,/ luz eterna,/ ya somos como eres,/ tristes hasta el delirio y bienaventurados (‘Ciudad de destino’, La tierra prometida); la convivencia en paz de las religiones en Al- Ándalus: Bajo losas de cruces, la media luna./ Santa medina./ Ciprés y piedra (‘Azora, Códice andalusí), etc.    

  Si antes evocábamos las dificultades que encierra la expresión poética, la casi imposibilidad de adecuación entre lo pensado y sentido y lo expresado por un poeta en una lengua determinada, las cosas se complican aún mucho más cuando queremos y pretendemos llevar a cabo la tarea de traducir un texto, cualquier texto, de una lengua a otra lengua, máxime cuando el texto objeto de la operación translaticia es un poema.

   De sobra es conocido que el mundo poético del poeta está indisolublemente ligado a la lengua en que escribe, con su estructura, su música interna, el carácter específico de su léxico, con las evocaciones sensitivas e imaginativas profundas, adquiridas a través de las múltiples etapas de la vida, la lectura y la escritura. De este modo, ¿cómo proceder para hacer posible el traslado cabal de todo ello a otra lengua?

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   Dialécticamente, podríamos conceder que las ideas, los sentimientos y las emociones son los mismos e iguales para todos, con leves variaciones que obedecen a las experiencias vitales y las circunstancias espaciotemporales particulares de cada uno, pero que son universales a pesar de todo. Podríamos convenir en que los conceptos y las ideas, las interpretaciones ontológicas y psicológicas, los descubrimientos científicos esenciales han sido observados y documentados desde hace mucho tiempo y, por consiguiente, no queda en el horizonte ningún espacio para nuevas contemplaciones. Por lo tanto, sería perfectamente posible, en esta lógica, expresar todo ello en cualquier lengua, sin distinción estilística de ningún tipo, contentándose el traductor con reemplazar una palabra por su equivalente en la lengua de llegada, como si se tratara de incrustar las piezas de un puzle en sus casillas correspondientes.

   Afortunadamente, las cosas no son así de simples y la cuestión es mucho más seria y complicada cuando se trata de la traducción concienzuda y responsable, sobre todo en el caso de la traducción de la poesía.

   Por todo ello, podemos afirmar que la traducción a la lengua árabe del poemario Sendero de Volúbilis, de Manuel Gahete, llevada a cabo por la traductora literaria, la profesora Salma Moutaouakkil, se nos manifiesta como una actividad translaticia responsable y consciente, sabedora de todas y cada una de las dificultades y resistencias que ofrecen los versos de un poeta tan profundo, avezado y dueño de sus técnicas y artificios como es el autor de la presente antología poética, máxime cuando la traducción en cuestión se hace entre dos lenguas totalmente diferentes. En efecto, el español y el árabe poseen estructuras lingüístico-métricas y sistemas rítmicos dispares, además de referentes culturales y escalas de valores que obedecen, en cada caso, a especificidades históricas y sociales no siempre coincidentes. No obstante, la larga convivencia de las dos civilizaciones y el intercambio cultural y humano entre  sus componentes han ido conformando, a través de muchos siglos, percepciones y querenciasemocionales y sentimentales con unas raíces muy compartidas.

   Quizá fuera esta última circunstancia la que ha animado a la hispanista y traductora Salma Moutaouakkil a ‘osar’ emprender tamaño quehacer translaticio (traducir a un maestro de la palabra poética como Manuel Gahete), amén, desde luego, de su exquisito dominio de la lengua árabe y de su innegable competencia lingüística en lengua española, adquirida a lo largo de su experiencia docente y su reconocida actividad traductora, a pesar de las dificultades encontradas y de algún que otro titubeo posteriormente subsanado con suficiente tinoy pericia, inherentes por lo demás a cualquier empresa de semejante calado.

  Así, pues, si ponemos en una balanza el mundo y la expresión poéticos de Manuel Gahete, de tonalidad sublime y punteados con referencias mitológicas y una sintaxis a menudo gongorista y  barroca, y en otra balanza el esfuerzo lector, de cabal asimilación comprensiva, con el subsiguiente intento, mayoritariamente acertado, de volcar en lengua árabe un contenido y un lenguaje altamente poéticos expresados en español, podemos afirmar que ha valido la pena, que, como balance final, Salma Moutaouakkil ha llevado a cabo una traducción responsable y decente, y ha conseguido acercarse dignamente, aunque asintóticamente, a través de una nueva lengua al misterio y a la unicidad de la poesía de Gahete.

 

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Dr. Aziz Tazi

 

* Aziz Tazi, hispanista y poeta

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