Rue20 Español/Rabat
Ismail El Khouaja
En marzo del año pasado, el ministro de Educación Nacional y Deportes, Chakib Benmoussa, anunció, durante su recitación del discurso del Rey Mohammed VI con motivo de recibir el Premio de Excelencia de 2022 en Kigali, la presentación de un expediente conjunto con España y Portugal para organizar la Copa del Mundo de 2030.
El anuncio de la candidatura conjunta vino a consolidar dos fechas sumamente importantes. La reconciliación entre España y Marruecos en marzo de 2022 y la histórica gesta de la selección marroquí en el mundial de Qatar en noviembre y diciembre de 2022.
Desde entonces, Marruecos se puso manos a la obra para estar a la altura y seguir demostrando al mundo que lo de Qatar no es fruto del azar, sino de una apuesta estratégica iniciada desde hace muchos años. Cabe recordar que el país norteafricano se presentó solo a cinco candidaturas (1994, 1998, 2006, 2010 y 2026) para albergar el mundial. La competencia siempre le era difícil, pero la esperanza es lo último que muere. Marruecos luchó, esperó y no se desesperó.
Marruecos ha avanzado mucho en las dos ultimas décadas en materia de organización de competencias continentales e internacionales. El mejor ejemplo fue la buena organización del último de Mundial de Clubes en febrero de 2023 que mostró la capacidad del Reino de albergar los grandes eventos deportivos mundiales.
La seriedad y el compromiso de Marruecos tras un año del anuncio de la candidatura conjunta despertó gran interés pero también gran preocupación en el país vecino.
El discurso que se circula sobre la apuesta de Marruecos de aprovechar la situación que atraviesa la Federación Española de Fútbol para quitarle la final a España no tiene ninguna gracia. Marruecos tiene sobre mesa grandes proyectos y está claro que sí “no está comiendo palomitas” pero, de momento, está concentrado más en seguir revolucionando sus infraestructuras y respetar normas y horarios que en querer albergar la final, teniendo en cuenta que la competencia siempre es buena, beneficia y no perjudica.
El presidente de la Federación Marroquí de Fútbol, Fouzi Lekjaa, fue claro cuando destacó las opciones del nuevo estadio de Casablanca, con 115.000 espectadores, para acoger la final o la inauguración. Llevar la final no es una obsesión para Marruecos. «No está aún decidido; queremos que sea una fiesta ya sea en uno u en otro. El que no, puede tener la inauguración», dijo en marzo Lekjaa en una entrevista con Marca.
De hecho, Marruecos tiene la ambición de que está edición sería la mejor. Este es el “gran” objetivo. Final o inauguración da igual, la FIFA decidirá, aunque personalmente me gustaría que Marruecos se decantase por la inauguración. La final es para quien la ganara, sea en Bernabéu o Casablanca.
A Marruecos sí le preocupa el embrollo tanto de la Federación Española de Fútbol como del fútbol español que no acaba una jornada sin desatar polémica, cuando no arbitral es de racismo. Pero Marruecos no busca aprovecharse de ello.
Aunque no hay una candidatura rival, la Federación Española de Fútbol debe tomar las cosas en serio. No olvidemos que varias federaciones (Pakistán, Chad, Perú, Trinidad y Tobago, Guatemala, Kenia y Zimbabue), castigadas por injerencias políticas, podrían reclamar a la FIFA la exclusión de España tanto de Eurocopa y los Juegos Olímpicos como del Mundial 2026, y eso traería consigo un efecto dominó para las competiciones europeas de los clubes españoles. España también podría caer de la carrera por el Mundial 2030 ya que todavía falta su oficialización del Congreso Extraordinario de la FIFA en diciembre. Eso sí preocupa.
El mundo fútbol se rige por normas que hay que cumplir al pie de letra. Marruecos cumple, trabaja en silencio, respeta las normas y busca proteger sus intereses; su única y gran vocación es garantizar el éxito de esta deseada competición que conectará el viejo con el joven continente, África con Europa.