Rue20 Español/ Agadir
Mohamed Abrighach*
En la época colonial, España se preocupó más por conservar su presencia política en la zona que por modernizar el país, razón principal de la implantación del sistema del Protectorado. Fue además muy conservadora al mantener el statu quo local; no dejó de promocionar la lengua árabe y la enseñanza tradicional, amén de cierta libertad en la creación de periódicos también en idioma arábigo.
Por ello, nunca tuvo interés, ni quiso fomentar una élite hispanófona que no fuera la de los notables, y tampoco una literatura marroquí escrita en español. Las bases del Premio África de Literatura creado a principios de los cincuenta contemplaban dos premios muy diferenciados, uno en árabe destinado exclusivamente a marroquíes y otro en español dirigido también únicamente a españoles. Se quería guardar así la colonial oposición dominante/dominado, amo/subalterno, español/marroquí, una especie de “una hermandad en tensión”, según el antropólogo Mateo Dieste (2012), que se contradecía en la praxis con el lema de la hermandad hispano-marroquí que oficialmente se pregonaba entonces a bombo y platillo.
Las razones atrás esgrimidas, entre muchas otras que me es imposible exponer aquí, me llevan a sentenciar que la literatura marroquí en lengua española es de creación poscolonial. Habría que esperar casi treinta años después de la independencia de Marruecos para la aparición de las obras que anuncian el arranque real de la literatura en cuestión. En ese sentido, no disuade ni tiene sentido hablar, como se ha venido haciendo, de la existencia de autores fundadores o maestros en la época colonial, seguidos después, a principios de los ochenta, de otros considerados como forjadores. Abstracción hecha de que ambos conceptos no abarcan en su justa dimensión el fenómeno de generación literaria, son incapaces de reflejar la exacta realidad de la literatura que nos ocupa. Una literatura que está en fase todavía de construcción.
Los verdaderos escritores que contribuyeron, y están todavía contribuyendo, a fundar las bases de la misma en términos de calidad son los que empezaron a principios del siglo XXI con constancia creadora y madurez en muchos aspectos como la invención imaginaria, la lengua y la representación crítica y plural de la realidad marroquí.
Con todo, podríamos considerar como no fundacionales, pero sí iniciadoras de la primera eclosión de la literatura marroquí en lengua española a dos obras de obligada mención en perspectiva de historia literaria. Me refiero al poemario Tetuán, de Mohamed Chakor, publicado en Madrid en 1986 y a la novela Los recuerdos de don Alberto, del cineasta y escritor hispano-melillense Driss Deibak, editada en 1987 también en Madrid. Esta última es la primera novela de la literatura hispano-marroquí, no por su simple fecha de edición, sino por la forma y el nuevo lenguaje con que se escribe, tan universal y salpicado de hispanoamericanismos. También por ser una novela del dictador a la pura tradición sudamericana, pero hecha con humor y ficcionalizando un déspota de origen popular e izquierdoso con claras semejanzas en el carácter con los revolucionarios populares de Latinoamérica, tipo Pancho Villa o Emiliano Zapata. Después de Tetuán y Los recuerdos de don Alberto irían saliendo a la luz, de modo paulatino y regular, otras creaciones, mayoritariamente de poesía y narrativa breve, además de algunas novelas.
La época de los ochenta y noventa constituye la fase de creación propiamente dicha, y por ende de eclosión, de la literatura que nos ocupa, con obras, unas de dudosa calidad literaria, y otras de no desdeñable enjundia estética, sobre todo, si se toma en consideración el hecho de ser óperas primas y de carecer sus autores de una anterior tradición nacional.
Los artífices de esta literatura, en su abrumadora mayoría, originarios del norte del país y con vinculaciones con Ceuta y Melilla o con doble nacionalidad, hicieron del español no solamente un mero medio de expresión artística, sino un signo de doble vertiente: de identificación cultural con la hispanidad, por un lado, y de resistencia a doble partida contra la francofonización educativa y cultural, y el doctrinario panarabismo erigido en ideología oficial, por otro. Resistencia que ellos y ellas, autores y autoras, llevaron, y siguen llevando, a cabo dando palos de ciego ante la indiferencia del hispanismo local y de la antigua metrópoli cuya lengua convirtieron ellos en su verdadera patria.
La época que empieza a partir de principios del siglo XXI hasta nuestros días constituiría otra fase en la evolución de la LMLE en la que esta consigue madurez avanzando más en cantidad, pero también en calidad, en aspectos como la invención imaginaria, la construcción compositiva y la plasmación lingüístico-estilística.
Esta afirmación la comprueban la expansión de esta literatura fuera de Marruecos y la buena acogida editorial y crítica que está teniendo desde 2001 en España, en primer lugar, y en algunos países iberoamericanos como Chile y Argentina, en segundo lugar, sin olvidar a Estados Unidos en que ya tiene casi una escuela crítica en el marco de los estudios poscoloniales sobre el Norte de África.
Con todo, la literatura marroquí en lengua española sigue todavía siendo un imaginario en ciernes, en fase casi continua y discontinua a la vez de gestación y de auto-construcción. Consecuencia directa de esta situación es la existencia de una especie de incompletez, con permiso de la Real Academia Española, que se manifiesta en más de una dimensión.
La primera tiene relación con el género. La canónica tripartición aristotélica que hace de la lírica, épica y drama, tres de los géneros constitutivos del sistema literario, falla en nuestro caso porque no hay escritura dramatúrgica verdaderamente hecha. Si se exceptúan las tres obritas dramáticas anteriormente citadas de Dris Diuri, solo tenemos los ensayos dramatúrgicos de A. Fathi (2000), A. Benabdellatif (2005) y Yacoubi Aicha (2009), en su conjunto óperas primas que no tuvieron continuidad. No podría ser de otra manera, estos textos estaban adscritos a círculos universitarios y se presentaron en supuestas actividades universitarias, festivales de teatro particularmente, y con actores como alumnos de la carrera de hispánicas.
Esta escasez de textos dramáticos que Enrique Lomas señala con sorpresa habida cuenta de la importancia que el teatro escrito en árabe tenía en la época del Protectorado, constituye clara hipóstasis de la incompletud genérica que atraviesa nuestra actual literatura marroquí escrita en español. En Calle del agua, la mejor antología y la más consistente que se ha hecho de esta literatura se ha dejado en silencio el género dramático por la simple razón de que no tiene suficiente peso, consagrando así su subsidiariedad. Lo mismo se nota en casi la totalidad de las antologías hechas hasta el día de hoy.
Por cierto, el género narrativo es el más desarrollado y cultivado al igual que la poesía. Con respecto al primero sobresale más el relato breve en que la LMLE ostenta significativa creatividad imaginaria y lingüística, acompañada de cierta experimentación formal en la composición estructural y la enunciación elocutivo-narrativa, amén de una crítica atroz, irónico-humorística de muchos de los parámetros tanto políticos como consuetudinarios y mentales de la sociedad marroquí.
Es, en definitiva, una literatura en mayúscula, con capacidad de competir en universalidad con las otras letras del mundo. Me refiero a los cuentos de los autores con obra publicada bajo forma de libro, caso de Ahmed Laarbi El Harti, Ahmed El Gamoum y Mohamed Lahchiri, etc., sin olvidar algunas que otras promesas de jóvenes narradoras/es como Sanae Chairi, Nabil Loukili, Ahmed Belghazal, Rachida Gharrafi, etc., cuyas narraciones salieron en su mayoría en antologías o publicaciones periódicas.
En lo que a novelística se refiere, se podría considerar como he indicado páginas atrás, a Los recuerdos de don Alberto de Driss Deiback como primera mejor novela escrita de la literatura marroquí en lengua española, y por lo tanto no lo es ni El diablo de Yudis (1996), la ópera prima y única de Ahmed Daoudi, y tampoco las erróneamente llamadas primeras novelas como Kaddour “el fantasioso” (1988-1989) El despertar de los leones (1990) El caballo (1993) y de Azirar, El Ouriachi y Sibari respectivamente. Hasta el momento, sigue siendo Mohamed Bouissef Rekkab el novelista por antonomasia de nuestras letras marroquíes en lengua española al que se añade, con todos los honores, Mohamed El Morabet con sus dos novelas, un joven autor que promete mucho y seguramente dará sorpresas en el futuro.
La segunda vertiente que informa la incompletud de la literatura que nos ocupa tiene que ver precisamente con la falta de constancia creativa y acumulación imaginativa en un número no insignificante de los autores y autoras, se trate de novelistas y cuentistas o de poetas, salvando, claro está, la dramaturgia y el ensayo.
Unos son de efímera existencia. En la mayoría de las veces desaparecen de ensalmo del panorama después de alguna publicación, sea relato o poema; una especie de escritores fantasmas, en palabras de El Gamoum). Es el caso, por ejemplo, de tres nombres que Mohamed Chakor recoge en Encuentros Literarios (1987: 26-32) en su mayoría ceutíes, Driss M. Mehdati, Abdelouahed Salem, y Abdal-Malik Muhammad, el primero con poemas inéditos y los otros con un cuento y unos poemas respectivamente publicados en el semanario rabatí Marruecos y en la revista madrileña Cálamo.
Otros autores y autoras son, sin embargo, ocasionales; aparecen y desaparecen por mucho tiempo para volver a reaparecer, pero sin continuidad y desde luego sin proyecto creativo previo, llevados por el impacto del momento y de la incidencia directa de las circunstancias. Nos encontramos asimismo con figuras que tienen en su haber tan solo un cuento publicado, o una sola obra editada tanto en poesía como en prosa. Los demás entran dentro de la categoría de autores con vocación son ciertamente pocos, pero están por paradoja aportando calidad estética contribuyendo a su forma a cimentar las bases de una literatura en mayúscula en términos de estilo escritural, lengua utilizada y concepción del mundo.
Se polemizó mucho sobre si la acumulación creativa es signo de buena salud literaria o no. Por cierto, una sola obra puede ser lo más perfecta y nada repetible. Esta situación es excepción en las letras que ya tienen canon, pero no es nada extensible a una literatura como la nuestra todavía en ciernes y con futuro incierto. Esta necesita de modo imperativo la acumulación creativa entendiendo por esta última una continuidad de un proyecto individual que va gestándose a través de mejoras y cambios, no tan prescindibles para la creación literaria. Si el ingenio popular pregona que el hábito hace al monje, la constancia creativa mejora la calidad y la posibilidad de perfección que nunca se dan de una vez y si esto último ocurre es solo a título excepcional y raramente.
Otra incompletez se registra a escala pragmática y en el eje de la comunicación autor/lector, emisor/receptor. La teoría moderna de la recepción ha venido insistiendo en que la semiosis de una obra literaria sólo se hace realidad con la lectura y de que esta última es la que da sentido a la obra y completa el circuito de la comunicación literaria que por necesidad se articula sobre una supuesta y directa relación continua entre el autor real, el emisor y creador de la obra de ficción y su receptor, el lector que descifra el mensaje transmitido y le da sentido.
Esta situación es deficitaria en la LMLE por la simple razón de que muchas de las obras editadas en Marruecos se han hecho en concepto de autoedición, sin mecanismos de distribución, ni de comercialización. Esta situación es otra prueba de que la literatura que nos ocupa es inaccesible, se vende en círculos muy restringidos; en la mayoría de las veces es el mismo autor quien distribuye su producción a escala de su ciudad o región o regalándola tan sólo a sus amigos o en coloquios cuando estos tengan lugar. Este fallo en la recepción influye, sin lugar a duda, en la naturaleza esencialmente comunicativa de la obra literaria dejando en suspensión su sentido, el sentido literario, que solo y exclusivamente crea, según hemos dicho, el lector con la lectura del mensaje literario vehiculado por la obra del autor.
El concepto de generación en LMLE no existe a no ser que actúe tan solo como cómputo operativo para facilitar a los críticos hacer una aproximativa periodización del imaginario en cuestión por efectos de propedéutica didáctica y divulgación cultural. La razón está en que no tenemos suficiente convergencia estética e ideológica entre los autores como para hablar de supuestos idearios que reflejen determinada sentimentalidad literaria. Nos enfrentamos, en exclusiva, con individualidades heterogéneas que, si bien por azar coinciden entre sí en algún que otro aspecto, tienen su identidad peculiar que, a veces, es resbaladiza y cambia de ficción a otra.
Esta observación no debe ser, sin embargo, un óbice para un ensayo de taxonomía literaria. No tengo espacio suficiente para llevarla a cabo en el presente estudio. Propongo a este propósito un pergeño de tipología temático-formal del género narrativo en espera de tener espacio en otra ocasión para ofrecer más detalles, siempre en base a pruebas textuales e intertextuales.
Por cierto, la literatura marroquí en lengua española está atravesada por el realismo en todas sus variedades, algo normal en una literatura que está todavía en un proceso de construcción y en busca de sí misma. No pocos de los autores y autoras escriben conforme a los modales y moldes de la estética realista abordando muchos de los problemas que aquejan la compleja y plural sociedad marroquí como, por citar los más focalizados en la ficción, la emigración, la corrupción social y política, la superstición, la situación de la mujer entre sumisión y liberación, las relaciones hispano-marroquíes y transmediterráneas con sus convivencias y tiranteces, la hipocresía institucional y social, las situaciones políticas de represión, etc.
Una aparente homogeneidad que encierra mucha divergencia en el enfoque ideológico, la perspectiva narrativa, los cauces expresivos y los procedimientos escriturales. En mi modesta opinión, son detectables seis modalidades o registros narrativos diferenciados que podrían considerarse como formas distintas de hacer ficciones y enfocar la realidad marroquí:
- Una escritura naif tanto en contenido como en forma. Es el caso de la narrativa de Mohamed Sibari, el escritor más prolífico de las letras marroquíes escritas en español. Se caracteriza por un costumbrismo de realismo craso, anecdótico y superficial dado que, si bien aborda a veces con crítica social fenómenos típicos de la realidad marroquí, lo realiza de modo light, sin complejidad intelectual, ni profundidad de planteamiento. En la composición formal roza la subliteratura en aspectos como la lengua, las técnicas compositivas y la construcción de los personajes, en su conjunto, muy entroncados con la literatura popular.
2. Una estética realista híbrida en su constitución genérica, creativa en la lengua, occidental y oriental en términos de canon, experimentalista en no pocos aspectos y, sobre todo, crítica con la realidad y deconstructiva de tabúes sociales, con cierta tendencia a la sexualización del texto. Caso de Mohamed Lahchiri, Ahmed El Gamoun, Mohamed Bouissef Rekab, Laarbi El Harti, etc.
3. Una narrativa muy occidental, universal y posmoderna que convierte la literatura, la misma escritura y los libros en objeto de ficción, una ficción en esencia metaliteraria y culturalista con considerable diálogo intertextual con Jorge Luis Borges, Las mil y una noches y Miguel de Cervantes, etc. Es el caso de Ahmed Ararou y últimamente se nota también en las dos novelas de Mohamed El Morabet y en algunos relatos ensayísticos de Mehdi Mesmoudi.
4. Una narrativa breve de género negro de intensa intriga, basada en el suspense y la sorpresa final, pero con un fondo narrativo alimentado por el terror, la violencia y el sexo más agresivo, pero a base de un trasfondo general de índole social, crítico de los convencionales valores sociales, y en algunos contextos étnico rozando a veces el auto-orientalismo exotista. Es el caso también único de Ahmed Oubali.
5. El relato hiperbreve comúnmente llamado micro o mini-ficción. Tenemos dos casos de autores, Aziz Amahjour con sus autodenominados reflecuentos, una serie de relatos muy breves, pero de reflexión sobre cuestiones de diversa naturaleza, y al joven escritor Handar Mustapha, oriundo esta vez del lejano sur, de Taroudant, con precisión.
6. Una prosa poética que conjuga magistralmente poesía y prosa dando lugar a una lengua creativa y musical con un fondo semántico e intelectual caracterizado por nostalgias andalusíes y un constante canto desencantado a Tetuán y lo tetuaní. Es el caso de Ahmed Mgara.
Es difícil prever el futuro de las actuales letras marruecas en lengua española. Pero observando la situación actual del español en Marruecos caracterizada por 1) el dominio cada vez más arrasador del inglés y la correspondiente degradación del castellano en el sistema educativo público marroquí, 2) la insuficiente incidencia social de la presencia educativa y cultural española en el país, 3) la permanencia de los tópicos negativos y del desconocimiento mutuo entre las dos orillas y 4) los desajustes en la política lingüística del sistema educativo marroquí, me inclinaría a indicar tal vez con cierto pesimismo que la perspectiva es incierta. Me temo que, como sigan las cosas en su estado actual, a muchos de los hispanistas actuales les pasaría lo que vivió igualmente la élite hispanohablante poscolonial de hace 60 años, abandonar a regañadientes el español y volver a escribir en francés y árabe. Ya citamos antes los ejemplos de Sabbag y Al-Jatib. Este es el peor de los pronósticos. No obstante, en los últimos años estamos asistiendo a hechos que prometen expresando, por lo general, un creciente interés por las letras marroquíes de expresión española.
La creación de un portal nuevo nombrado Biblioteca Africana en Cervantes Virtual, la mejor web en español sobre las letras españolas de todos los tiempos, es el primer ejemplo. La inclusión en ella de cuantos autores africanos que utilizan el español así como el catalán como cauce de su expresión creativa revela una preocupación de la metrópoli por este nuevo fenómeno literario de la hispanidad africana y tal vez una voluntad de incorporar esta última a la cartografía imaginaria del español y al correspondiente canon hispánico.
En la misma línea, se enmarca la reciente creación en Málaga de una revista web titulada Hispanismo del Magreb, otra plataforma virtual que pone a disposición del usuario toda la información acerca de los hispanistas del Magreb en su triple vertiente de creación, investigación y traducción. A ello se añade la importancia de la labor asociativa que obra a favor de más acercamiento cultural entre las dos orillas, caso de la Asociación Marroquí de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos y la Asociación de Amistad Andaluza Marroquí, Foro Ibn Rusch, esperando que sea realidad en un futuro no muy lejano una asociación de escritores marroquíes en lengua española.
En paralelo a esta dinámica, la misma LMLE se está renovando en los últimos años con la aparición de nuevos nombres antes desconocidos y en su mayoría jóvenes, primero en la diáspora como Mohamed el Morabet, Mehdi Mesmoudi, Lamiae El Amrani, etc. y segundo, en el mismo país, caso de Mustapha Handar, Nabil Loukili, Rachid Boussad, Anas Fathouni, Nisrin Ibn Larbi, Sanae Chairi, Ahmed Balghzal, etc. Son nuevas voces susceptibles, en caso de seguir y tener constancia creativa, de dar nuevo aliento y otra vida a las actuales letras castellanas de Marruecos. Una puerta abierta hacia el futuro.
En resumen y por independencia del curso que tenga negativa o positivamente la literatura de la que hemos venido estableciendo este elemental esbozo, las instituciones oficiales, las asociación de autores y los gestores culturales de las dos orillas deberían ir aunando esfuerzos e iniciativas con miras a promocionar, siempre en respeto de los estándares de la calidad, esta nueva literatura española que desde Marruecos va ampliando y con no poco éxito el ámbito imaginario del español y de la hispanofonía; una nueva literatura de moros pero con letras en la costa, en definitiva, creadora de una hispanidad africana local, y por ende, híbrida y transcultural, tan natural y necesaria en un Mare Nostrum históricamente plural y abierto a todas sus culturas, civilizaciones y lenguas.
*Catedrático de Teoría Literaria y Literatura Española (Universidad Ibn Zohr- Agadir)
Enlace de la primera parte del artículo: https://es.rue20.com/2023/12/25/literatura-marroqui-en-lengua-espanola-breve-presentacion-critica-1-2/