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viernes, noviembre 22, 2024

De hispanismo marroquí, otra vez (1/2)

 

Rue20 Español/ Agadir

 

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Mohamed Abrighach*

 

Es difícil hablar de la lengua española en Marruecos, de la acción cultural del país en el mundo hispánico y de las relaciones hispano-marroquíes sin tomar en cuenta el hispanismo marroquí por ser este último un agente y protagonista crucial en estos ámbitos. 

 

En efecto, se hicieron bastantes balances generales de la labor de este hispanismo en muchos de los congresos que fueron celebrados en las universidades y en dos monográficos especiales de dos revistas, sin olvidar el ciclo de entrevistas que el semanario La Mañana realizó a muchos hispanistas de todo el país. Esos balances fueron muy expositivos y generalistas; no llegaron, según mi dictamen, a realizar una apreciación crítica de conjunto en que se glosen con más objetividad y valentía intelectual tanto las luces y sombras de este hispanismo marroquí como los problemas con que se enfrenta y los hándicaps que influyen en su desarrollo nacional, así como en su proyección internacional. 

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En mi libro Del Rif a Madrid. Crónica de un hispanista marroquí, dediqué casi un capítulo a este tema, pero en su momento ningún hispanista marroquí reaccionó a favor o en pro de lo que planteaba, cosa tal vez propia, por no decir endémica, de nuestro gremio porque no nos leemos unos a otros y tendemos supuestamente a buscar torpes protagonismos o a alentar envidias inútiles en vez de complicidad académica y sinergia de grupo. 

 

Vuelvo otra vez a retomar mi anterior perspectiva ampliando el análisis a base de algunas reflexiones que me parecen imprescindibles y mediante las cuales quiero ofrecer mi lectura personal del hispanismo marroquí actual cuya trayectoria bibliográfica e intelectual he venido siguiendo desde hace más de dos decenios. Una tarea, al fin y al cabo, nada fácil, comprometida, acaso arriesgada en no pocos aspectos, aunque necesaria para una autocrítica constructiva y sin anteojeras de clanes. No citaré nombres y espero sinceramente que nadie se sienta aludido o disgustado porque no es esta, ni por mero atisbo, mi intención.

 

Antes de emitir estas cogitaciones, abro un breve paréntesis para efectuar un desbroce conceptual del término hispanismo considerando la común y acostumbrada confusión con que se envuelve su uso en Marruecos. Se suele hablar indistintamente de tres categorías de hispanismos: de investigación, traducción y creación. Se añade a veces otro llamado de prensa o periodístico; se complica más la nomenclatura refiriéndose a un neo-hispanismo o nuevo hispanismo. 

 

Es Ahmed Mgara el que utiliza estos últimos términos haciendo constar además la existencia de varias sensibilidades al respecto, no sin dejar de lamentar la falta de precisión o indistinción con que se trata el fenómeno en cuestión.

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La palabra hispanismo es originariamente un galicismo que fue utilizado en Francia a finales del siglo XIX, cuya acepción la recoge por primera vez el Diccionario de la Real Academia Española en 1936 considerando como hispanistas a los extranjeros que se dedican al estudio de la lengua y cultura hispánicas. La definición actual se generaliza para abarcar a cualesquiera especialistas en las mismas. 

 

Este último significado del DRAE es muy generalista y necesita una acotación. Los sufijos -ismo/-ista implican, entre otras significaciones, conceptos como “actitud”, “sistema” o “movimiento”. La especialización referida en la definición conlleva el uso de un discurso sistemática, léase científico, que crea conocimiento sobre el objeto de estudio que es, en este caso, el mundo de habla hispana en todas sus manifestaciones, lingüística, literaria y cultural. 

 

El hispanismo no es, entonces, una mera afición personal o simple hispanofilia intelectual, sino un campo o un área de conocimiento, según Jean François Botrel, “gremial, teorizado y estructurado” en perspectiva profesional y metodológica. Dicho, en otros términos, el hispanista sería, como bien subrayó en su momento Rafael Altamira, un “hispanólogo” y el hispanismo, por ende, una “hispanología”. 

 

Estaría bien, casi necesario, que este estatuto sistemático o epistemológico estuviera acompañado de vocación y voluntad, esto es, de cierta “posición espiritual” y “voluntad de trabajo”, como bien apunta Dámaso Alonso en 1962 en su famoso discurso inaugural del II Congreso de Nimega de la Asociación Internacional de Hispanistas.  

 

En este sentido, la citada existencia de las tres o cuatro categorías de hispanismo y su correspondiente e indistinto uso en Marruecos no tiene razón de ser por no obedecer a ningún fundamento conceptual. 

 

El hispanismo propiamente dicho sería entonces el científico, el de investigación, que tiene como objeto de estudio España e Hispanoamérica independientemente de la lengua utilizada. Esta puede ser el español, pero también el árabe, el francés o cualquier otro idioma como ocurre comúnmente en el hispanismo global. Lo importante es crear conocimiento sobre el mundo estudiado en todas las áreas. 

 

No son hispanistas exclusivamente los profesores/investigadores de los actuales siete Departamentos de Estudios Hispánicos existentes en nuestras universidades como se suele pensar, sino cuaslquiera que en los demás departamentos e instituciones universitarias o de investigación se especializan profesionalmente en estudiar el mundo de habla hispana. Afinando un poco más, hasta no pocos de nuestros actuales hispanistas pierden este estatus y se convierten en simples profesores de español o de filología hispánica.

 

Los demás hispanismos, es decir, los de creación, traducción o prensa no se deben considerar como tales porque obedecen a otra lógica y cumplen otra función que la citada creación de conocimiento a base de un discurso sistemático y profesional. 

 

Por consecuencia, los actores implicados en ellos se deberían llamar respetivamente autores marroquíes que escriben en español ficciones, traductores al español o al árabe de obras sean literarias o no, y periodistas que utilizan la lengua española como medio de información. Hasta el considerado decano del hispanismo marroquí, el ínclito Ibn Azzouz Hakim, es un hispanista a medias porque lo es solamente en algunas de sus obras en que aborda el tema de las relaciones hispano-marroquíes o reflexiona sobre España y el Protectorado. El resto de su prolífica producción intelectual, esencialmente de índole documentalista e historiográfica, versa, sin embargo, sobre la historia de Marruecos y su cultura. 

 

Hecha ya la acotación conceptual, acometo en las líneas que siguen a continuación las reflexiones referidas al principio empezando con algunas puntualizaciones previas y fundamentales. La primera consiste en anotar que el hispanismo que nos ocupa es esencialmente, salvando alguna que otra excepción, universitario y académico siendo mayoritariamente configurado por profesores de universidades. La segunda advierte que este hispanismo es joven y nada comparable, por ejemplo, con el desarrollado en Francia o Estados Unidos, que tienen en su haber más de un siglo de acción. No obstante, el tener en su singladura vital casi más de medio siglo de existencia es un tiempo suficiente para hacer un balance aproximativo de su trayectoria a grandes rasgos y en óptica individual. 

 

Independientemente de estas dos vertientes, no sería nada atrevido, casi evidencia irrebatible, afirmar, esta es la tercera puntualización, que nuestro hispanismo es, aparte de pobre, un gremio apartado y aislado, no tiene asimismo consagrada ni reconocida proyección internacional y, sobre todo, una base social tan arraigada a escala nacional como para incidir en la realidad de la gente y del país. 

 

Nuestra situación, si se permite el paragón, es similar a la vivida por el arabismo español en la década de los años treinta del siglo XX, en tiempos de Emilio García Gómez que adscribió este último al estudio del islam español y al-Ándalus. Con el tiempo, cambiaron las circunstancias; los estudios árabes adquirieron otros rumbos con una pujanza inédita, a partir de finales de los años ochenta del mismo siglo, siendo favorecidos por las nuevas dinámicas desencadenadas a escala tanto nacional, con la presencia en España de emigrantes de origen magrebí en proporciones significativas, como internacional después del auge del islamismo radical y los atentados de las Torres Gemelas y de Atocha, entre otros. 

 

El hispanismo marroquí, sin embargo, no se benefició de un similar contexto para su desarrollo; sigue rehén de muchas de sus deficiencias endémicas por lo que, a imagen y semejanza del estatus de la lengua española en el país, sigue siendo marginal y periférico comparado con los diferentes y plurales hispanismos universales, si bien que en las últimas décadas se está notando cierta pujanza originada por algunas individualidades tanto locales como de la diáspora que están transfundiendo sangre nueva y consiguiendo significativa proyección internacional. 

 

A lo largo del presente artículo, iré ofreciendo, siempre según mi entender intelectual y experiencia profesional, cuantos fundamentos explican esta situación de marginalidad, algunos de ellos tienen entronque objetivo con las disfunciones estructurales del vigente sistema universitario marroquí, mientras que los demás están subjetivamente vinculados con el modus operandi intelectual, social y académico de nuestros hispanistas.

 

La universidad marroquí, en general, adolece de no pocos males. Muchos de ellos tienen que ver, entre otros elementos, primero, con la gobernanza volcada más sobre las disfunciones cotidianas que sobre los problemas de fondo, atinentes a desajustes atentatorios contra la calidad y la eficiencia, y segundo, con el obsoleto sistema de promoción académica poco evaluador del mérito y de la calidad tanto en docencia como en investigación. Ambos factores hacen imposible que nuestras instituciones de enseñanza superior estén en algún lugar en el ranking mundial de universidades. Por falta de espacio y a modo de ilustración, me limito a abordar brevemente el segundo aspecto.

 

El sistema de promoción académica no favorece debidamente el mérito, la calidad de la investigación, la docencia y la tutoría. En algunos casos, doloroso es decirlo, se toman en cuenta consideraciones poco científicas. La habilitación para la investigación reproduce la normativa francesa, pero a lo pobre; son suficientes dos artículos, poco importan muchas veces las revistas en que se hayan publicado o si se hayan sacado de la tesis o no, y dos comunicaciones. 

 

El grado académico de profesor habilitado se regala a veces sin más, y casi es trámite administrativo en los últimos decenios. Nada de esto es comparable con lo que ocurre, por ejemplo, en un país de nuestro entorno como Túnez donde conseguir igual grado es casi como hacer una tesis, una presentación de un proyecto original. 

 

La llamada y famosa “grille’, la plataforma de puntos para la promoción, es injusta, muy matemática y nada acorde en el fondo con los estándares internacionales. Es injusta por las cuotas que establece y por favorecer a los mediocres. Es matemática porque el expediente presentado no se evalúa, ni el pedagógico por la administración y el departamento de afiliación, ni el científico por expertos o las mismas comisiones existentes; solo se contabiliza a base de puntos y en función de la cantidad, pero no de la calidad y la plusvalía aportada. 

 

Esta situación no tiene punto de comparación. En definitiva, los que hacen verdadera investigación salen de por sí desfavorecidos y se ven excluidos de la comunidad científica por ser simplemente más científicos.

 

Se ha venido dando en los últimos años, para escarnio de nuestra universidad, una categoría precavida y lista de profesores investigadores que, en vez de aspirar a tener más rigor, calidad y objetividad en los estudios que realizan, contabiliza desde el principio y con escrupulosidad matemática, propia más de un algebrista que de un investigador en humanidades, las actividades que debe hacer a corto y largo plazo, y cuántas de ellas se apunta a realizar, sin importarle ni la calidad ni el plus que ello aporta. 

 

En una palabra, un maquiavelismo académico sui generis y tremebundo. La prisa con que se celebran las actividades es otro ejemplo más, una carrera contra reloj por organizar y contabilizar desgraciadamente.

 

La escasez del presupuesto asignado a la investigación es otro hándicap, siendo la mayoría de las veces las áreas técnicas y científicas las que se llevan la parte más sustanciosa. Los proyectos que se acreditan o aceptan por las universidades y el Instituto Marroquí de Investigación Científica y Técnica, el equivalente en España del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se adjudican tomando en consideración las prioridades nacionales al respecto, donde encaja muy raramente el español o los proyectos de vocación hispánica por estar muy lejos de los ejes prioritarios establecidos. 

 

La posibilidad más realista que queda, por ende, en manos del hispanismo son los proyectos internacionales de financiación europea siempre y cuando que los interesados estén implicados, cosa que no siempre es posible. Durante mucho tiempo, el último recurso de los hispanistas marroquíes estaba en las convocatorias que lanzaba anualmente la Agencia Española de Cooperación Internacional en las que había una categoría destinada exclusivamente a los investigadores hispanistas extranjeros en temas de lengua y cultura hispánicas, sin olvidar el programa Hispanex que se ha venido convocando en los últimos años pero que se caracteriza por la dificultad técnica para utilizar su plataforma y rellenar el formulario en línea, amén de la inflexibilidad burocrática en cuestiones de trámites y papeleo. 

 

Las observaciones anteriores son extensivas al programa previo lanzado en 2007, también esta vez por el Ministerio de Cultura español, llamado Protocolo de Apoyo al Hispanismo Universitario Marroquí. Lamento su suspensión en 2014, al compás a buen seguro de la política de recortes presupuestarios, impuesta por la recesión económica que afectó a España en aquel momento. Podría, en caso de relanzarse otra vez, ser un aliciente más para la generación joven de investigadores, que apenas está empezando su carrera en los nuevos Departamentos de Español creados recientemente. 

 

Pienso que se deberían flexibilizar los trámites en caso de organización de actos y actividades, pero en lo atinente a la publicación de libros no tiene que limitarse el programa a financiar solo el coste de la misma, sino buscar fórmulas para hacerse cargo tanto de la edición como de la distribución, una forma de valorar el trabajo del investigador y de darle más visibilidad a escala internacional y en el mundo hispánico.

 

Mantener iguales cláusulas conforme se ha venido haciendo, obligando al investigador a hacer el seguimiento técnico de su libro ante las imprentas o editoriales, primero, y de su distribución, después, es contra-producente y va en merma de los mismos objetivos del Protocolo: los libros con una tirada de 1000 ejemplares acaban, en caso de que el autor tenga espacio en casa, engrosando el trastero e inutilizándose con el tiempo. Lo acaba regalando tan rápido a bibliotecas, amigos, pero a diestro y siniestro como si intentara desembarazarse del libro en cuestión. Situación como esta y en su doble dimensión no es grata para el autor ni compensa a la institución que financia la obra con fondos públicos. 

 

En paralelo, las estructuras de investigación de vocación hispánica tampoco pueden trabajar con holgura a tenor de las pocas partidas presupuestarias que, aparte de ser escasas, llegan muy tarde. Hasta el momento tenemos solamente dos laboratorios hispánicos de investigación afiliados a Departamentos de Estudios Hispánicos, uno está en la Facultad de Letras-Ain Chock de Casablanca, y otro en la de Agadir; el que había en la de Rabat desapareció hace años.

 

Los muchos equipos hispánicos existentes forman parte, por lo general, de otras estructuras no hispánicas por lo que los presupuestos que les son adjudicados son módicos y, por ello, su capacidad para hacer labor investigadora es también más que limitada. 

 

El hispanista universitario marroquí es, a imagen y semejanza de lo que es convencional en el resto del mundo, un profesor investigador que cobra sus emolumentos en virtud de la docencia que imparte y la investigación que realiza. No obstante, el sistema imperante en nuestro país desde hace décadas obliga al profesor-investigador a impartir clases, pero no a realizar investigación y crear conocimiento. Consecuencia directa es, entre otras, la existencia de situaciones inéditas no encontradas en ningún otro sistema universitario a escala universal, tales como acabar la carrera sin haber publicado un artículo científico, o llegar incluso a ser catedrático sin solvencia previa y acreditada en labor investigadora.

 

La investigación por vocación es apaño de pocos; abstracción hecha de que no es obligatoria, es dura y estresante; requiere, además, tiempo y dedicación y, sobre todo, dinero, que no siempre está disponible y solo se consigue a veces sacrificando el peculio personal. Este último espíritu militante es mínimo porque lamentablemente no pocos de nuestros hispanitas prefieren dedicar mucho de su tiempo a dar clases particulares de español elemental, medio o avanzado en las distintas escuelas o universidades privadas que últimamente están proliferando en el reino. 

 

Viene a cuento hacer un conciso comentario sobre el Instituto de Estudios Hispano-Lusos, adscrito a la Universidad Mohamed V de Rabat. Su creación en 2007 fue un acontecimiento de tamaña trascendencia para el hispanismo marroquí y los que se interesan por el mundo ibérico e iberoamericano. 

 

Fue el único en su género en el mundo árabe, tal vez en toda África. Al ser, en teoría, insisto, el único centro de estas características, aparte de tener solvencia, debería ser un espacio muy abierto a todo el hispanismo marroquí, cosa que, desde el principio, no quiso ser o se hizo mal, a buen seguro, por estar muy preocupado en llevar a cabo, no sé si por voluntad propia o por directrices de todo origen, diplomacia cultural paralela a la oficial en el ámbito hispano-luso. 

 

Desde hace casi más de una década de acción y funcionamiento, el Instituto no tiene todavía un fondo bibliotecario de referencia, muy necesario para la investigación hispánica y lusa, considerando la importancia capital que revisten las bibliotecas en las ciencias sociales a las que pertenecemos los hispanistas. Sin aquellas no cabría esperar investigación propiamente dicha.

 

Suponiendo la autonomía presupuestaria del Instituto podría haberse dotado de cuanta, cuando no toda, bibliografía existente sobre Marruecos y las relaciones hispano-marroquíes en español tanto en España como en América Latina. No es el caso, por lo que el investigador en este campo tendría que desplazarse al extranjero para consultar fondos especializados sobre su país. Tampoco tiene un catálogo virtual al que se puede acceder en línea. La política del Instituto priorizó organizar con boato actividades y congresos para darse más visibilidad, una política de autopromoción rápida, pero desacertada porque margina lo esencial: la creación de fondos para la investigación y de sinergias locales en el ámbito del hispanismo nacional. 

 

La vertiente de las publicaciones es lo más positivo que ha hecho el Instituto de Estudios Hispano-Lusos, casi ochenta en su haber, pero con tendencia a actas y libros colectivos. Los libros individuales son excepcionales porque no hubo interés en promover a los proyectos originales de los jóvenes investigadores. Por eso, nunca se pensó en convocar la publicación de libros individuales por concurso público; hubiera sido una forma de otorgar apoyo, así como más visibilidad al hispanismo de calidad, que siempre el propio Instituto venía defendiendo. 

 

Las publicaciones no las enviaba a los Departamentos de Estudios Hispánicos ni por mera información, aunque fuese un ejemplar de cada, pero sí se hacía con instituciones internacionales. Menuda forma de hacer hispanismo marroquí, mientras que se le margina así porque sí en su propio país.

 

El Instituto se convirtió en un feudo de pocos, endogámico, pese a ser una institución universitaria financiada con dinero público. En una palabra, El Instituto de Estudios Hispano-Lusos debió de ser un referente esencial para los estudios hispánicos en nuestro país. No lo consiguió por desventura y su reciente fusión en un macro-centro, el Instituto Universitario de Estudios Africanos, Euro-Mediterráneos e Iberoamericanos, es una involución.

 

*Catedrático de Teoría Literaria y Literatura Española (Universidad Ibn Zohr).

 

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