Rue20 Español/ Agadir
Mohamed Abrighach*
Un factor, a mi parecer, de honda trascendencia cultural ha sido desatendido a la par que marginado por el discurso oficial diplomático: el hispanismo marroquí en su vertiente académica y creativa, pese a tener más de medio siglo de vida y haber efectuado encomiable labor desde principios de los años setenta, manteniendo vivo el español en el país en las áreas de la creación, la traducción, la investigación, la docencia y de los medios de comunicación, por un lado, y convirtiendo en objeto de estudio en su agenda investigadora y docente la literatura, la cultura y la civilización del continente latinoamericano, y en idioma de creación literaria, la lengua española, por otro. Los dos aspectos son enfocados además con simpatía intelectual y fuerte identificación a buen seguro por la analogía existente entre la realidad marroquí y la hispanoamericana. Resultado: una escuela marroquí que podríamos denominar hispano-americanista.
Cuando América Latina, en las décadas de los setenta y ochenta, fue excluida de la agenda política del establishement marroquí, mucha de la intelligentsia nacional de vocación izquierdista mantenía presente, en el paisaje político y cultural de nuestro país y al margen de la oficialidad, lo sudamericano a través de una sintonía intelectual e ideológica con el mundo iberoamericano y de la realidad desenvuelta en él, instaurando así, aunque sin contacto directo, tal vez en concepto libresco e imaginario lato sensu, una sui generis cercanía sentimental por las izquierdas sudamericanas, las guerrillas urbanas o rurales, las revoluciones de Cuba y de Nicaragua, en particular, sin olvidar preclaros escritores de fuste como Pablo Neruda, Carlos Fuentes y García Márquez, por citar en exclusiva tres nombres. Muchos de los periódicos o revistas de vanguardia intelectual de entonces, en su mayoría de signo contestatario como Al-Moharrir (1979-1981), Anoual (1980-1996), Souffles (1966-1973), Lamalif (1966-1988), etc., se hacían eco del mundo hispanoamericano desde la óptica de la información y del análisis, aparte de la traducción al árabe de la literatura del boom, de moda a la sazón a escala universal con la pléyade de sus artífices como Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Lezama Lima, Julio Cortázar y García Márquez.
Traigo a colación en exclusiva el ejemplo de Anoual. Dedicó a mediados de los ochenta un suplemento cultural en su totalidad a la literatura de América Latina bajo la coordinación del profesor Mohamed Salhi. Se abordaron muchas de las preocupaciones estéticas, sociales e ideológicas del imaginario en cuestión, en autores tan conocidos en aquel momento como Pablo Neruda, José María Arguedas, Carlos Fuentes y Ernesto Sábato. Muchos de los autores de los artículos eran profesores en el Departamento de Español de la Universidad de Fez y esencialmente hispanoamericanistas, cuyas investigaciones, léase tesis doctorales, versaron sobre la realidad de América Latina a través de su literatura, historia y civilización. Si bien en aquel entonces el mundo sudamericano tenía este atractivo y casi era una tendencia entre nuestros hispanistas, no podía de ser de otra manera en los estudiosos de filología hispánica en los recientes Departamentos de Hispánicas creados a partir de 1973 con profesores franceses que arrastraban todavía la resaca de mayo del 68. Uno de ellos, por ejemplo, era el martiniqués nacionalizado francés, François Abramson, un comunista convencido y amigo a la sazón de Fidel Castro.
Este filolatinoamericanismo lo experimentó el autor de estas líneas en clave personal, al igual que muchos, por no decir todos, de los hispanistas de su generación. Las primeras obras que compré y leí, aunque a medias eran sudamericanas, Cien años de soledad de García Márquez, y Canto general de Pablo Neruda, además de los innumerables textos de Sóngoro Cosongo del cubano Nicolás Guillén. A este último lo comentábamos en clase con ardiente debate intelectual e implicación individual a la vez que ideológica, en virtud de su contenido, comprometido contra la injusticia y la desigualdad, y la exploración de una realidad muy sudamericana caracterizada por el mestizaje cultural y racial, a la que el poeta cubano cantaba y por la que abogaba, una especie de mundo híbrido a mitad de camino entre África y América Latina. En igual medida, era muy apreciada la canción protesta harto comprometida y politizada de Víctor Jara, Los Calchakis y Quilapayún, sin olvidar a los cantautores de la nueva trova esencialmente cubana como la de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Mi tesina de licenciatura la tuve que realizar, no podía ser de otra manera, sobre un libro de literatura etnográfica precolombina: Chilam Balam de Chumayel. Un códice anónimo de los mayas en el que se recoge su mitología y concepción mágico-cíclica del universo. La investigación la llevé a cabo con intensa motivación intelectual por conocer y estudiar en profundidad el tema en cuestión. Me permitió, por una parte, conocer de cerca las letras precolombinas y leer muchas de sus obras maestras como El Popol Vuh y Dioses y hombres de Huarochirí, amén de todas las investigaciones de Mircea Eliade, el famoso estudioso de las religiones y, sobre todo, del mexicano Migue León Portilla, gran especialista en la cultura azteca.
Aprovecho esta oportunidad para abrir un paréntesis para citar a un gran desconocido en Marruecos, Beggar Abderrahman, el único marroquí que hace investigaciones de naturaleza antropológico-social sobre la América Latina más profunda tanto urbana como indígena. Para quienes no le conocen, recordaría que es licenciado en filología hispánica por la Universidad de Fez, pero con posterior formación pluridisciplinar en Francia y Canadá en análisis del discurso, antropología social y relaciones internacionales. Actualmente es profesor de antropología, religiones y literatura comparada en la universidad de canadiense de Waterloo. Tiene varias obras en francés, pero la que más interesa aquí es L’Amérique Latine sous une perspective maghrébine. Un libro heterodoxo e excepcional, en palabras de Moumene Essoufi, por ser exponente de un hispanismo poco común, tan plural y transdisciplinario y muy alejado de la vocación esencialmente filológica del que desarrollamos en Marruecos. Es el primero de su naturaleza escrito por un marroquí en que se aborda y analiza en clave sociológica y antropológica el mundo complejo, contradictorio, desigual e invisible de varios países o zonas de América Latina en base a las experiencias vividas in situ y a la observación directa, lejos de los prejuicios etnocéntricos occidentales y con algunas que otras comparaciones con el otro sur que en este caso es Marruecos y por extensión el Magreb. Un libro que recomiendo muy vivamente. Fue traducido al inglés, pero parcialmente al árabe. Está en ciernes la publicación de su versión española en Madrid.
La primera generación de profesores marroquíes que iban sustituyendo en la universidad marroquí a colegas franceses y españoles era abrumadoramente hispanoamericanista con estudios principalmente en Francia que enfocaban temas relacionados con el modernismo finisecular de Rubén Darío y su pléyade, la novela centroamericana y de la revolución mexicana, etc., así como obras de los mejores autores de las letras latinoamericanas como Carlos Fuentes, Ernesto Sábato, José María Arguedas, Julio Cortázar, Augusto Roa Bastos, etc.
Si bien en los últimos años esta tendencia se ha ido mermando a favor de áreas relacionadas con la traducción, la historia y temas del patrimonio cultural local, se sigue manteniendo en prisma de investigación y docencia por ser una constante imprescindible en la vocación filológica del hispanismo marroquí. Lo cual se nota, por un lado, en la celebración en las principales universidades marroquíes de una serie de congresos, casi seis, teniendo como objeto de estudio y reflexión a América Latina y sus relaciones tanto con Marruecos como con el mundo árabe en campos como la diplomacia, la cultura, la literatura etc., y por otro, en la consagración de másteres específicos al continente con especial hincapié siempre en sus eventuales parentescos interculturales y atlánticos de diversa índole con Marruecos, el Magreb y el continente africano.
Este interés por el mundo hispanoamericano por parte del hispanismo marroquí no se ha traducido en las publicaciones, la cooperación académica y universitaria. Si bien entre 1957 y 2010 se han editado casi 1553 publicaciones universitarias en lengua española en Marruecos, repartidas entre artículos, libros y recensiones, la parte entroncada con Hispanoamérica sigue siendo insuficiente, acaso poco significativa. La colaboración académica entre universidades y centros de investigación de las dos orillas es escasa, casi inexistente; los pocos convenios que están en vigor siguen siendo protocolarios y sin activar en términos de cooperación y organización de actividades e intercambio de experiencias. Esta es la principal tarea en que fracasó El Instituto de Estudios Hispano-Lusos porque no contribuyó a promocionar el hispanismo marroquí y a darlo a conocer en el mundo de habla hispana tendiendo puentes y sinergias de larga duración entre los académicos e hispanistas de ambas orillas del Atlántico. Faltando esta dimensión de sociabilización académica e intelectual, las actividades científicas realizadas por la institución se convierten, por ende, en simples plataformas para la autopromoción, el boato y la parafernalia.
La diplomacia cultural, la razón primordial que estaba detrás de la creación del instituto en cuestión no se llevó a cabo, a juzgar por los escasos convenios firmados con los Institutos o Facultades sudamericanas; y aunque éstos estuvieran en vigor, no se implementaban sus cláusulas y ni se realizaban las finalidades apuntadas en ellos, quedando así ineficientes. La citada fusión de este instituto en otro más grande y polivalente constituye, en mi modesta opinión, un golpe desafortunado a la proyección atlántica en que se ha embarcado Marruecos desde hace dos décadas. Yo estoy a favor de la necesidad de mantenerlo, pero para dedicarse en exclusiva al mundo peninsular, España y Portugal, países que tienen con Marruecos arraigadas relaciones históricas, y crear en Tánger el Instituto de Estudios e Investigaciones sobre América del Sur, según se tenía proyectado, casi acordado durante la celebración en Marrakech del Seminario, Aspectos culturales de América del Sur” en Marrakech, paralelamente a la reunión de los ministros de relaciones exteriores del mundo árabe/América del Sur en marzo de 2005 preparando la primera Cumbre América del Sur-Países Árabes (ASPA).
Por el contrario, el Centro Cultural Mohamed VI para el Diálogo de las Civilizaciones radicado en la ciudad chilena de Coquimbo nos ofrece otro ejemplo, un contrapunto esencialmente. Su labor desde su creación en 2004 ha adquirido tamaños vuelos, teniendo su concreción en dos elementos que revisten, en mi juicio, suma trascendencia. Sin tener carácter académico ni una plantilla consistente en su gestión, ha llevado a cabo una inédita actuación editorial; tiene hasta el día de hoy un centenar de publicaciones de todo tipo, libros individuales, actas de coloquios, traducción español-árabe y viceversa, antologías de textos literarios y estudios, es decir, todos los visos de ser una casa editora, casi el único centro en su género en todo el cono sur. Un ejemplo real de contigüidad marroco-hispanoamericana, creadora de espacios comunes entre las dos orillas atlánticas a través de la cultura, el fomento del diálogo y la traducción. Se editaron a este respecto obras de autores marroquíes que escriben en lengua española, caso de Mohamed Lahchiri y Ahmed Mohamed Mgara, promocionando otros más en la última antología de Letras Marruecos II elaborada por Cristián Ricci, una contribución para ampliar la recepción de la literatura en cuestión y darle más visibilidad. Una forma de acercar, dicho,en otros términos, nuestra hispanidad local y africana a su lugar simbólico-lingüístico de pertenencia, el mundo latinoamericano, dando fe así de su valor transhispánico.
Un capital simbólico, en suma, que es intersticial, creador de memoria compartida, muy necesario para la forja de empatías culturales y la superación de los estereotipos comunes. Pero al mismo tiempo y en pos de fomentar la interculturalidad y el diálogo, principio primordial que estaba detrás de la creación del Centro, se traducen ficciones y poesías de los autores marroquíes que escriben en árabe a la par que se recogen y publicitan las miradas cruzadas que marroquíes y latinoamericanos tuvieron al viajar por el cono sur o por Marruecos. Los encuentros anuales sobre el diálogo en sus diferentes vertientes no desentonan y van en línea pareja.
El segundo elemento con valor añadido del Centro Cultural Mohamed VI para el Diálogo de las Civilizaciones es el hecho de implicar a los hispanistas marroquíes en sus actividades por su invitación al encuentro que celebra anualmente sobre el diálogo de civilizaciones, relativo a temas siempre de actualidad y relevantes a escala internacional y para la cooperación sur-sur. Participaciones que se cumplen en idioma español, cosa que en Chile se aprecia visiblemente y, a veces sorprende, lo cual revela la importancia del capital simbólico referido antes para crear confianzas y empatías. Lo importante también es el hecho de que los responsables del Centro y de la Embajada de Marruecos en Santiago, los verdaderos hacedores de esta dinámica que estoy describiendo, intentan hacer posible nuevos espacios de intercambio para el hispanismo, facilitando encuentros y contactos directos con las universidades chilenas, como la Pontificia Católica de Chile, la de Santiago de Chile o de Blasco Ibáñez, lo cual permite a los hispanistas marroquíes, primero, conocer in situ las universidades chilenas y su funcionamiento en términos de gestión, y segundo, establecer contactos con sus profesores y académicos.
Se trata de una plataforma que siempre suele ser positiva para futuros proyectos comunes en los ámbitos de la especialidad y tan beneficiosos para ambas partes. Esta es la verdadera diplomacia cultural, recurrir y utilizar el potencial cultural nacional para fomentar la imagen del país y una eficiente, positiva y correspondiente política exterior. Tal potencial lo constituye el cuarto capital simbólico, constituido por el hispanismo creativo, ya mencionado antes, y también de investigación, que nunca han sido reconocidos ni tenidos en cuenta por el Marruecos oficial y, particularmente, por su cuerpo diplomático en su actuación política con respecto a un mundo hispánico como el latinoamericano. Tampoco lo intentó cumplir, según mi dictamen, el Instituto de Estudios Hispano-Lusos, pese a ser su principal objetivo, pero sí lo está llevando a cabo y con éxito el Centro Cultural Mohamed VI a través de la figura de su amable director, Ahmed Ait Belaid, bajo el auspicio de la Embajada de Marruecos en Chile en la persona de su antiguo embajador, el escritor Abdelkader Chaoui, y de la embajadora actual, la incansable hispanista Kenza el Ghali.
El Centro Mohamed VI para el Diálogo de Civilizaciones debe ser un paradigma por extender a toda América, principalmente en los principales países del continente, México y Argentina. Esta ampliación debería enfocarse en doble perspectiva: dar visibilidad al hispanismo del que estamos hablando, mediante el fomento de su participación en las diferentes y principales ferias del libro latinoamericanas, la celebración de encuentros de los autores marroquíes con sus homólogos latinoamericanos y la publicación de sus obras.Esta sería en clave cultural la mejor y eficiente forma de estar Marruecos en Latinoamérica; el español que es la lengua del continente es la herramienta que los hispanistas manejan bien y mejor, su otra patria espiritual y transnacional a la que pertenecen. La otra función debería estar encarrilada hacia otra memoria común hispano-marroquí, la tradición intelectual y literaria de los autores, artistas o escritores, que hicieron de Marruecos y por extensión del mundo árabe, una fuente de inspiración para su obra. Si la literatura de los autores de origen árabe constituye una sensibilidad de arraigo en el continente, la otra referente a los escritores vinculados con Marruecos, bien por haber estado en él por corta estancia o motivo de alguna experiencia viajera, bien por haber residido en el mismo por largo tiempo. Me refiero a toda una pléyade de nombres desde Rubén Darío, Robert Art y Gómez Carrillo hasta Luis Borges, Severo Sarduy, Rodrigo Rey Rosa, etc.
Tal vez sean las experiencias del mexicano Alberto Ruy Sánchez y del chileno Claudio Bravo, dos ejemplos muy significativos. El primero convirtió a la ciudad atlántica de Mogador, Essaouira, en escenario y protagonista de muchas de sus ficciones narrativas. Nunca dejó de afirmar que México y Marruecos son, desde antiguo, gemelos y de que hay toda una serie de marcas árabes en la cultura mexicana que hacen que ambos países estén emparentados en no pocos aspectos. El pintor hiperrealista chileno Claudio Bravo, hizo también de Marruecos y precisamente de la ciudad de Taroudant su residencia y luego su lugar definitivo de sepultura porque, después de su estancia en Tánger y Marrakech, encontró en esta última la inspiración, la luz y los colores que necesitaba para crear su mundo plástico. Su palacio que está a pocos kilómetros de la ciudad se ha convertido en un referente turístico y, en este sentido, es otro “legado para Chile y Marruecos” como diría Zakaría Balga en un libro que dedica al citado artista.
No debo dejar de mencionar otra labor de acercamiento de Marruecos al continente latinoamericano que están desempeñando algunas editoriales. Me refiero principalmente a la casa editora argentina Alción en su colección de Biblioteca Marroquí dirigida por Leandro Calle y dedicada a la traducción al español de autores marroquíes o la edición en español esta vez de los que escriben en la lengua de Cervantes, y también a Ediciones Altazor, la editorial chilena que últimamente está apostando por Marruecos y el Magreb.
No debo terminar este artículo sin mencionar una experiencia literaria también especial que se está desarrollando en México por tres nombres: Lamiae el Amrani, Aoujed Karkar y Mehdi Mesmoudi. Es por decirlo así otro adad al mahjar marroquí en suelo latinoamericano escrito esta vez en español y amazigh, y por ende diferente del desarrollado con anterioridad en árabe y por sirios y libaneses en las dos Américas. Los tres nombres son poetas que han editado alguna o más de su obra en México y participan activamente en publicaciones colectivas, instituciones universitarias y culturales mexicanas promocionando su literatura y a su través las letras nacionales marroquíes y la diversa cultura de Marruecos. Mesmoudi tiene otra vocación aparte de al poética, la académica, que está desarrollando desde hace bastante tiempo y con mucha voluntad y maestría intelectuales desde la Universidad Autónoma de Baja California, Sur, por un lado, defendiendo desde una atalaya transdisciplinar un nuevo paradigma de análisis del imaginario: la transhispanidad, y por otro, organizando desde 2021 un Seminario Internacional/Ciclo de Conferencias, de vocación transatlántica, que lleva como título: “Marruecos y América Latina (Ciclo MARAL)”, en que intervienen universidades, asociaciones, investigadores y estudiosos de ambas orillas del Atlántico.
En conclusión, lo hispánico constituye una parte esencial de la tradición cultural y civilizacional de Marruecos. Aunque este solo es contemplado a través del reconocimiento constitucional de la vocación andalusí, configura un componente que no tiene ningún país africano o árabe, excepción de Guinea Ecuatorial. y por consecuencia un capital simbólico heterogéneo y variado que, si bien es proporcionalmente más estrecho con España por motivos de historia y vecindad geográfica, tiene todos los visos de vincularnos más con la otra orilla atlántica: el continente latinoamericano. Por cierto, el hispanismo marroquí no tiene proyección internacional, sigue siendo un gremio aislado y apartadizo y con escasa incidencia en la sociedad marroquí. No obstante, varias individualidades en el campo de la investigación están teniendo reconocimiento internacional, lo mismo pasa con la literatura marroquí en lengua española que está cosechando éxitos y acogida positiva en ámbitos oficiales, académicos y editoriales tanto en España como en Latinoamérica. En una palabra, este doble hispanismo puede ser, entre otros, un mejor acompañante en calve cultural de la acción diplomática, la mejor y más emocional forma de contigüidad transatlántica, léase transhispánica; lo es así esencialmente porque está sustentado en la lengua, primero, y la memoria común intersticial, intelectual e imaginaria que de ella deriva, después. Una verdadera y segura puerta del futuro para la esperada acción cultural de Marruecos en el continente.
*Escritor y presidente de la Asociación Marroquí de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos (AMEII).
Enlace de la primera parte del artículo: https://es.rue20.com/2023/08/23/marruecos-y-america-latina-en-clave-cultural-reflexiones-de-un-hispanista-1-2/