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sábado, noviembre 23, 2024

Mesmoudi: La Universidad es clave para acercar Marruecos a Latinoamérica y viceversa 1/2

 

Rue20 Español/ Mequínez

 

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Entrevistado por Soukaina Askour*

 

Marruecos y México son dos países separados por un océano pero unidos por la historia, un sinfín de convergencias culturales, tradiciones, un presente y una aspiración futura de cooperación.

 

Marruecos concede hoy en día gran importancia a este país latinoamericano a todos los niveles, sobre todo en el plano educativo y cultural.

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En esta primera parte de la entrevista vamos a conocer la destacada labor educativa y literaria de Mehdi Mesmoudi, nos cuenta su experiencia docente en México, así como las relaciones culturales entre Marruecos y America Latina.

 

Mesmoudi es profesor-investigador en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, es ampliamente reconocido por sus valiosas contribuciones en la literatura hispanomagrebí y tiene publicados trabajos sobre este tema. No contento con ello, Mesmoudi despliega su genio organizativo en orquestar un ciclo de conferencias para trascender fronteras académicas y fomentar el diálogo entre Marruecos y América Latina.

 

 

1. Trece años de estancia en México, ¿cómo han sido y qué dificultades podrían enfrentar un marroquí en el país latinoamericano?

 

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13 años se dicen fácilmente, pero uno saca las cuentas reales en relación a la edad que se tiene, y me percato del peso del tiempo porque nací en Tánger y a los 7 años nos mudamos a Tetuán debido al trabajo de mi padre que en aquel entonces era director del Crédit du Maroc. En Tetuán estudié los últimos cuatro años de la primaria, la secundaria, el bachillerato y la licenciatura, de 1994-1995 hasta 2010. Hablamos de 15 años en Tetuán por lo que el tiempo transcurrido aquí en México se aproxima a estos 15 años, más del tercio de mi vida. No me refiero a una simple cifra, sino que está acompañada con aspectos generacionales de los que habla José Ortega y Gasset en los dos primeros capítulos de ese admirable ensayo El tema de nuestro tiempo (1923). Este texto ilustra perfectamente cómo se forja y se alimenta un individuo en una sociedad determinada.

 

2. ¿Por qué México? ¿Qué es lo que distingue a este país latino?

 

Como todos sabemos, el destino natural de cualquier hispanista marroquí es España, es la orilla o los vecinos de enfrente. Pero México es otra cosa diferente. Recuerdo esa frase de “quemar las naves” orientada hoy en un sentido de expedición, Octavio Paz habla de “incursiones y excursiones”, ¡me gusta esta pareja de conceptos que se dan plena existencia uno al otro, no puede subsistir uno sin el otro! Recuerdo cuando les dije a mis padres que había tomado la decisión de irme a México a terminar mis estudios. El deseo de mi padre era que me fuera a estudiar a la Universidad de Granada. La crisis de 2008 me sembró varias dudas además de que España no era un horizonte atractivo en ese momento. Recuerdo la cara de mis padres de asombro, temor y escepticismo. Ahora que soy padre de una hija mexicana de origen marroquí de 8 años y 9 meses, soy capaz de ponerme en su piel y experimentar una serie de sensaciones que no son agradables.

 

En 2005, había viajado a Salamanca para un Curso de Verano porque gané el Premio Federico García Lorca, fue un viaje de semanas, estaba a escasos kilómetros de Tetuán. México y Marruecos están a una distancia de más de 9000 kilómetros. El 23 de mayo de 2010, partí de Tánger a Madrid, luego de Madrid a Ciudad de México, y después a La Paz, Baja California Sur. Tres aviones, alrededor de 36 horas de vuelo, y un espíritu ávido de libertad, sueños, ambición, conocimiento y autoestima. Puedo imaginar la sensación de José Gaos y otros refugiados españoles que se embarcaron de aquella España sumida en la Guerra Civil rumbo al Puerto de Veracruz. Es inmenso el Océano Pacífico a diferencia del Mediterráneo. Las distancias importan y mucho a la hora de establecer relaciones de cualquier naturaleza. Por eso, para mí fue un riesgo que tomé al viajar a México, y decidir incluso antes de llegar que ésa iba a ser mi nueva casa. No había margen de error, de regreso, de arrepentimiento, de miedos, nada de eso.

 

Esta sensación de “quemar las naves” y que no había regreso posible me hizo explorar sentimientos extraños y terribles. En España hay una comunidad marroquí asentada por varios años y eso le permite a los que vienen llegando la posibilidad de integrarse y “sentirse en casa”. En México es una historia diferente. Somos una minoría aquí en México. No creo que lleguemos a ser 200 marroquíes en un país de casi de 130 millones de habitantes y eso pesa en cualquier sentido. En mi caso que vivo en Baja California Sur es otra realidad: seremos a caso 3 ó 5 marroquíes, o menos. A ello se suma porque no pertenecemos al macizo continental, sino que es una península rodeada por el Golfo de California y el Océano Pacífico. Los jesuitas habían descrito el Golfo de California como una muralla. No todos los mares comunican como es el caso del Mediterráneo. Este amurallamiento que nos otorga el Golfo de California impregna al estado de Baja California Sur de una sensación de aislamiento y una condición de isla que nos distancia de las realidades de la república mexicana, y todo arriba con un ligero retraso.

 

La primera barrera a la que me enfrenté es, sin duda, la de la lengua española hablada aquí en México, especialmente en Baja California Sur. Yo venía en aquel 2010 con la seguridad de que el C2 del Instituto Cervantes me iba a resolver la vida. La sensación que me arribó fue que o ellos hablaban otro español o que yo no sabía nada de español, los giros y los modismos, esas habilidades de jugar con ciertas palabras y expresiones me pusieron varias veces en una situación extrema. Al entrar a estudiar a la Universidad Autónoma de Baja California Sur, eso cambió por completo. Recuerdo todavía que era la sensación del verano, un árabe en Baja California Sur, Marruecos nunca existió en las mentes en aquellos momentos, era el árabe, el musulmán, de Egipto, de Turquía y de Afganistán. Allí me di cuenta de que había vuelto a nacer, y que estaba creciendo, conociendo un “nuevo mundo”, reapropiarme de ciertos aspectos de la vida, darle un giro al sentido de mi existencia.

 

Han sido 13 años apasionantes, llenos de aprendizajes, experiencias, testimonios, en que crecí como ser humano y como ciudadano. Mucha gente aquí en Baja California Sur o incluso en el país me considera un ejemplo a seguir, una persona con una historia exitosa que contar y compartir a las nuevas generaciones. Y eso me emociona, unas ganas enormes de seguir documentando lo que veo y vivo desde aquí. Tengo la sensación de que (como decimos aquí) “ahora empieza lo bueno” (risas). Me llena de orgullo y satisfacción este tiempo transcurrido, pero es más mi inquietud, mi temor (en el buen sentido), por lo que viene, todo lo que se viene. Es como cuando abres la puerta de un armario y se te caen encima las infinitas cosas que tenían arrumbadas. Así me siento, y el tiempo también es una amenaza.

 

3. ¿Es fácil integrarse en la sociedad mexicana?

 

La sociedad mexicana es complejísima de tal manera que no hay una sociedad mexicana porque no hay un solo México, sino varios. Cada región del país es un mosaico riquísimo de variedades étnicas, lingüísticas, gastronómicas, musicales y literarias. A mí me tocó vivir en el occidente de México, llamado el Noroeste de México, con una cultura asociada al Norte, diferente a la de la Ciudad de México y las otras partes del país en el macizo continental. Por su historia, Baja California Sur estuvo más ligado a los Estados Unidos porque existía una suerte de hermandad territorial y cultural llamada “Las tres Californias” cuya capital era Loreto, una ciudad con un pasado misional increíble. Se constituía de los actuales Baja California Sur, Baja California y California (EEUU). Debido a ello, todo lo que tiene que ver con la vida social y comercial era mediante los intercambios de mercancías con estos espacios.

 

Justo Sierra hablaba de que había dos México, uno donde la cultura era el motor del progreso, y el otro donde terminaba la cultura y empezada el de la carne asada (risas). Esto explica la visión centralista y estereotipada entre finales del siglo antepasado y los inicios del siglo pasado. De nuevo, el aislamiento de Baja California Sur le ha permitido construir un ideal social totalmente diferente que toma de diferentes legados históricos y culturales porque con el gobierno de Porfirio Díaz (1884-1911) se desarrolló la economía minera que atrajo a familias francesas y asiáticas en los dos pueblos mineros que son Santa Rosalía y El Triunfo. Estos elementos extranjeros, además de los flujos migratorios le proporcionan a Baja California Sur un sello de una sociedad dinámica y cambiante. Este escenario portuario de la ciudad de La Paz, capital del estado de Baja California Sur, y su día a día, su vida social, literaria, cultural, me ha dado lo que necesito. Además, somos el estado menos poblado de la república mexicana con alrededor de 700mil habitantes, su capital (La Paz) no alcanza los 300 mil. Su noción de isla sigue recordándonos la condición mítica y extraordinaria que, por ejemplo, podemos leer en la novela caballeresca Las sergas de Esplandián donde, por vez primera, se rastrea la primera mención de California.

 

En este contexto que acabo de mencionar hay que ubicarnos para trazar un posible rostro de la sociedad sudcaliforniana. El poeta sudcaliforniano Dante Salgado afirma que la sudcaliforniedad tiene un alto sentido espiritual en la identidad mexicana. Hoy, a 13 años de distancia, puedo corroborar este diagnóstico porque no puedo decir que me siento mexicano, pero sí exclamar que soy profundamente sudcaliforniano, comprometido en aportar mi sentido de la existencia, mis años de estudios, mis conocimientos y mi experiencia en la formación de generaciones de jóvenes profesionistas para seguir sumando a la estela de cambios y transformaciones que vive Baja California Sur, México y América Latina. Esta tierra, en efecto, es promisoria, bondadosa, infinitamente generosa. Su gente me ha cobijado desde esa extrañeza y fascinación con la que, al inicio, me recibieron, y hoy es un sentido de fraternidad y afinidad.

 

4. Dada su valiosa experiencia en la Universidad Autónoma de Baja California Sur, ¿cómo valora las relaciones entre los dos países a nivel educativo y cultural?

 

Me van a disculpar, pero no puedo quitarme de encima la toga del profesor universitario y del humanista porque siempre recurro a la historia reciente que puede explicar algunos aspectos de la vida de las personas. No hay otra forma de poder responder a esta pregunta.

 

Desde la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), y por la visión de la profesora Guadalupe Urbán en su calidad de Jefa del Departamento de Lenguas Extranjeras impulsamos un 5 de febrero de 2011 la enseñanza de la lengua y la cultura árabes, acercando a los diferentes estudiantes en el interés por la lengua, un alfabeto totalmente diferente, la caligrafía, el Islam, la tradición andalusí que irriga América Latina desde los tiempos de la Conquista, como nos plantea Hernán Taboada y luego Abdelouahed Akmir. En 2011, la UABCS era la única institución en todo el Noroeste del país que enseñaba la lengua árabe, y una de las pocas a nivel nacional junto con la UNAM, El Colegio de México y el Tecnológico de Monterrey (si no me equivoco). Luego, por mis “incursiones” graduales en la UABCS, fui colaborando con colegas de otras áreas donde el Mtro. Eduardo Vergara Monroy me invitó a impartir una charla sobre el derecho islámico en el marco de su asignatura de Sistemas Jurídicos Comparados, actividad que fue repitiendo y consolidándose con los años. Y en 2012 logré impartir un curso sobre Islam y la cultura árabe con un valor de 60 horas a varios estudiantes y profesores de la universidad.

 

Esta experiencia me empezó a abrir el panorama de lo que podía estudiar en el nivel de maestría. En ese momento tenía una licenciatura en Estudios Hispánicos por la Universidad Abdelmalek Essaadi de Tetuán, y otra en Lengua y Literatura por la UABCS. Decidí migrar hacia el centro de la academia, y estudié un Posgrado en Ciencias Sociales donde en agosto de 2013 me dediqué a investigar por dos años sobre la obra de Edward Said que me permitió conectarme, finalmente, con el centro del país, con instituciones de mayor prestigio en el país y en América Latina como la UNAM, El Colegio de México, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y el Tecnológico de Monterrey. La Semana Árabe en México fue la plataforma ideal donde, prácticamente, cada año viajaba no sólo para presentar trabajos, sino para enterarme de todo lo que se hablaba, lo que sucedía, las cosas que se hacían, quiénes era cada quién, y darme cuenta de un verdadero espacio de diálogo, convivencia e interacción.

 

De nuevo, en esas reuniones era el Islam, el mundo árabe, el oriente, y no los estados-nación con sus diferentes especificidades. Por supuesto, se hablaba de Irán, Afganistán, Arabia Saudí, y se notaba esa visión estereotipada que recaía en esa región. Gradualmente, empezaron a surgir otros países cuando la Primavera Árabe tomó fuerza en Libia, Egipto, Yemen y Siria. Sin querer, la UABCS estaba presente en esos intercambios académicos y una suerte de vinculación sobre ciertos temas de cooperación internacional y de incidencia en la región. Por consejos de mi padre, migré de los estudios del Medio Oriente y el Norte de África hacia el mundo de la hispanidad y las relaciones culturales (se puede hablar de los estudios culturales y una mezcla de la historia de las ideas y la historia intelectual) con estas precisas latitudes del mundo. Mi padre tuvo la visión que yo no tuve. Era un hombre de muy pocas palabras y cuando hablaba, había certeza de que algo iba a decir. Como buen economista, siempre fue fiel a la economía del lenguaje.

 

Mis estudios de doctorado de 2015 a 2019 sobre la hispanidad y el lugar de Marruecos en este concierto de las naciones de lengua española me abrió el mundo, fue enorme la sorpresa de darme cuenta de lo tanto que se podía hacer, y además desplegarlo desde la Universidad Autónoma de Baja California Sur, desde la ciudad y puerto de La Paz, desde una perspectiva provinciana me puse manos a la obra y llevé a cabo el planteamiento de un modelo teórico para pensar estas relaciones tanto del pasado (que eran escasas o poco conocidas y difundidas) y, especialmente, las que se estaban dando en ese momento y las que veríamos en años posteriores. Fue así como este modelo teórico de la transhispanidad literaria me permitió, ya por allá de 2018, en un sentido práctico, estableciendo una metodología de trabajo, pensar en una posibilidad de diálogo entre colegas, investigadores, especialistas de Marruecos y América Latina, aunque no necesariamente entre instituciones de educación superior y agencias culturales. Esto iba a permitir el acercamiento de Marruecos a América Latina y viceversa.

 

 

*Soukaina Askour es doctoranda en la Universidad Hassan II de Casablanca y colaboradora con Rue20 Español.

 

 

 

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