Rue20 Español/Fez
Mustafa Akalay Nasser*
Algunos nostálgicos del Tánger beat, mitifican y anhelan convertir hoy a dicha ciudad en una urbeliteraria, que desde sus confortables suites de casas huésped y hoteles de lujo y aislados de la realidad local en plan autistas, sin mezclarse con la población musulmana que desprecian y ningunean, y sin pisar la medina, abrumados por una misteriosa enfermedad o patología llamada nostalgia, osan producir una deriva literaria basada en un imaginario mitificado y melancólico de un Tánger que no es real.
“Cuando se habla del tema de la multiculturalidad o de multinacionalidad en Tánger como si fuera una excepción que asombra a muchos extranjeros, una francesa dice: “Es muy sencillo; la clave es la especialización: en Tánger los ingleses son los señores,los franceses son los gobernadores y los españoles los trabajadores” y cuando alguien preguntó ¿Y los musulmanes? Respondió simplemente irónica como si estuvieran decretando una gran verdad que todos sabían: “¿los musulmanes?! ¡Los musulmanes no existen!” (El Ouriagli, 2013). (Véase Randa Jebrouni: Laletra y la ciudad: su trama en Tánger, p.219, Alhulia2020).
Este Tánger colonizado literariamente por Bowles, Burroughs, Capote, que añoran hoy los nuevos seguidores de la generación beat e intentan imitar hasta el empacho, fue analizado de manera magistral por Marie-Haude Caraes y Jean Fernández en un infalible libro: Tánger o la deriva literaria, ensayo que no tiene desperdicio y no deja títere con cabeza y no traducido al español.
“En este pasado siglo veinte, Tánger ha ejercido particular atracción en numerosos escritores extranjeros que pasaron por la ciudad o que vivieron parte de su vida en ella. Fueron tantos que se puede hablar de “colonización literaria”, según la expresión acuñada por Marie-Haude Caraës y Jean Fernández en ese ensayo sobre la colonización literaria de un lugar: Barthes, Bowles, Burroughs, Capote, Genet, Morand”.Una colonización no violenta, pero con efectos perversos pues contribuyó en cierta medida a la negación de la propia identidad de la ciudad y la elaboración de un mito literario en la que aparece como abierta y cosmopolita, como lugar de todos los posibles. En la mayoría de las obras escritas en Tánger, la ciudad en si no interesa pese a que está erigida en lugar iniciático, especie de finisterrae, al que el escritor acude en busca de la revelación de su propio ser. La ciudad –espejismo- funciona como pantalla neutra que proyecta un yo desconocido y a veces inconfesable. El encuentro de la ciudad con el autor se podría cifrar en la fórmula: “yo y la ciudad” como lo corroboran los numerosos textos autobiográficos que se producen en el puerto internacional…” (Marie-HaudeCaraës et Jean Fernández, 2002).
Mohamed Choukri, años atrás, también denunció este engaño literario orientalista, al publicar en junio de 1996, un texto demoledor en árabe sobre Paul Bowles y su destierro en Tánger, en el que Choukri desarrolla una crítica radical contra el orientalismo como discurso construido por Bowles”. Discurso a su vez que ha fracasado como instrumento de poder que sostiene la empresa del colonialismo y el paternalismo. La noción de Oriente, en este caso El Tánger exótico, está compuesta por fragmentos intertextuales, superpuestos como un filtro. Es una figura construida, no un yo verdadero. Oriente en tanto que imagen monolítica y torpe que proyecta el romanticismo: “…Durante los últimos estertores de muerte del romanticismo y las primeras décadas del siglo XX, con las artes nuevas nace un gusto – las más de las veces mal gusto- por lo exótico, por el Oriente. Matisse, Delacroix, Gaudí y Picasso se inspiran en estéticas del tercer mundo, aunque no siempre con fortuna. Salones de café turco, chales, pipas de opio y hashich, biombos y más tarde, películas como Casablanca dan al mundo árabe una muy colorida estampa llena de señores con chilaba y un pollo en la mano izquierda, muy folclórico y muy bonito…” ‘’ (Javier Ruiz López Puertas,1986).
El orientalismo es una serie de imágenes que Occidente ha creado sobre Oriente y que se apoya en un conjunto de procesos de institucionalización que se refleja en la apoteósica serie de informes consulares, en los informes de viajeros, en la novelística, en los estudios etnográficos y geográficos- (La geografía se usa para hacer la guerra dixit Yves Lacoste)-, en los informes de guerras, en las expediciones militares y científicas, en el cuerpo de descripciones coloniales, es lo que se conoce por el saber estratégico. El orientalismo como un proceso disciplinar nos habla de un Oriente orientalizado y velado que es en realidad la encarnación material de los procesos enunciativos. El Oriente es una verdad producida por el lenguaje, un lenguaje entendido en términos de Nietzsche, el referente crucial de Michel Foucault, y quien define al lenguaje como un ejército móvil de metáforas, metonimias y antropomorfismos, como una suma de relaciones humanas que han sido mejoradas, transpuestas, embellecidas, retórica y poéticamente y que luego de un largo tiempo de uso aparecen firmes, canónicas y obligatorias para la gente. En suma, el lenguaje construye verdades que son ilusiones y que hemos olvidado que lo son. Oriente ya no es -nunca lo fue- esa heteropía soñada por los pintores del XIX y del XX que “en mal d’exotisme”, y en busca de nuevos horizontes, de nuevas sensaciones, se desplazaban a este entorno geográfico llamado Oriente y concretamente el mundo musulmán. Pero Oriente, no es sólo una cartografía del deseo de alteridad, radical, sexual, cognitiva, literaria, religiosa, etc.… es también una cartografía real: sus problemas son los problemas del resto del mundo. Se expresan en términos y cuestiones relacionados con lo religioso, las nociones de género y la difícil cuestión de la identidad cultural; en hechos de autoafirmación y valoración de lo tradicional desde una perspectiva evolutiva e histórica que evite las pretensiones intemporales y el victimismo demagógico cultivado por muchos de sus regímenes políticos (tiranías, dictaduras, autocracias).
“Detrás de ese exotismo no hay otra cosa que un racismo con algo de lírica. Debajo de esa palabra hay un mundo sometido, un zoológico por reconstruir y definir. Otras disciplinas colaborarán con ello, serán inventadas prácticamente en el mismo marco y juego, piénsese en una antropología definiendo al primitivo, al salvaje o al bárbaro, unidas a la historia. El orientalismo no es más que el estilo y discurso occidental para dominar a oriente según Edward Said.” (Fernando Wulff)
En palabras de Choukri: Los escritores y poetas de la generación beat, que se desplazaron a Tánger imitando al recluso Bowles, nunca se familiarizaron con el entorno diario y las huellas que dejaron en la ciudad se reducen a un puñado de fotografías y añade cuántagente ha venido a escribir y no ha escrito ni una línea y pintores que se han sumido en un hundimiento sin retratar a nadie, ni siquiera llegaron a mezclarpigmentos, se dedicaron a satisfacer sus fantasías sexuales, a colonizar sexualmente cuerpos nativos.Para quienes iban a Tánger aquello era un paraíso sexual o mejor dicho un prostíbulo y lo sabían. Había una doble moralidad. Allí no era condenable ser un pedófilo. El concepto de violación no existía porque se consideraba que el hombre blanco tenía derecho a poseer el cuerpo de un menor. Tánger era un inmenso burdel como lo describió Georges Lapassade en su libro “Le bain Andalou”.
“Estos “turistas del alma”- en la justa expresión de Métérié– que acuden menos al país en la búsqueda del otro que es la mera búsqueda de sí mismos, y que imaginan a Marruecos más que verlo, lo sueñan más que describirlo”. (Guy Degas).
Atrapado en una sociedad cuyos valores morales y burgueses, le dan asco y le repugnan, Choukri no duda en denunciar los principales problemas que acechan a Marruecos a través de la descripción que padece Tánger decía: “no añoro ni anhelo en absoluto el mito creado en torno a esa ciudad cosmopolita y lugar de cita de intelectuales y artistas porque en esa épocapasaba hambre y dormía en los cementerios. No siento ninguna nostalgia enfermiza del Tánger internacional”
[La ciudad inspira y ha inspirado a incontables figuras literarias. Suscita todo un gran flujo de imágenes, múltiples, y a veces paradójicas, exaltando su enigma y su misterio. Por más de tres decenios se tejieronenunciados y relatos, textos, libros, películas que expresan el rapto y el disgusto, el asombro y la angustia, el temor, la traición, la perdición, el peligro y el mito, o el sueño de un sitio personal, íntimo y, al tiempo, fantasmático. La invención literaria siempre esquiva la vida real de los tangerinos, sus problemas y participación en la historia concreta de su país y de su ciudad…] (Véase Mohamed Métalsi: Tánger, suerte e infortunio de una ciudad. Abada editores, 2019).
Según Marie – Haude Caraes y Jean Fernández: “El colonialismo mundano enloquecía en las desviaciones y perversiones a que se entregaban los sentidos, la utilización mera del otro, percibido como mercancía.Tras la sangrienta matanza de la guerra del Rif, una vez sometido el autóctono, se procedía a utilizarlo siempre y de los modos más diversos: toda clase de tráficos, drogas, fiestas, toda clase de trivialización, que viene a formar parte de la ciudad”.
Choukri escribiría a este respecto: “Entre todos aquellos que han hablado de Tánger o han escrito sobre ella, no han visto sino sus propias quimeras, su gusto por la vida regalada, sus fantasmas, en últimas. Tánger para ellos no es sino un lupanar, una playa muy bella o una mansión de lujo y de reposo.”
Murió con 68 años, como Jean Genet, dejó el cadáver de un señor mucho mayor. A su entierro en el cementerio de al Marshán acudió la Tánger menos convencional. Los amigos fueron a despedir a un gran escritor. También acudieron los que suelen aprovechar cualquier ocasión para hacerse notar, pero no tuvieron nada que hacer. Quienes ansiaban protagonismo entre plañideros o llorosos encontraron el silencio.
Cuando el féretro se aproximó a la fosa, sólo se escuchó: ¡Adiós Choukri! y ahí acabó todo. El homenaje más breve que cabía imaginar para una vida colmada de excesos.
Una existencia de resaca permanente ahogada en alcohol, que supo sin embargo encontrar el significado de la lucidez. Así lo atestiguan muchas de sus frases predilectas, como “he comprado mi hambre” o “soy el enano de mí mismo”.
Más allá del personaje que algunos quisieron explotar obviando su escritura, la verdadera genialidad de Choukri brilló siempre en los antros o bares, en compañía de sus fieles lectores y admiradores, que nunca le permitieron un resbalón. Extraño espíritu indómito, coherente con sí mismo y transgresor hasta la muerte. Con él: ”Tánger se ha vuelto a morir.”
Mustafa Akalay Nasser, director de L’Esmab, UPF Fez.