Rue20 Español/ Mohammadia
Toufiq Slimani
Lo bueno nunca es tarde. Las señales positivas son buenas, y si son señales con hechos positivos, son dos veces buenos. Marruecos y España están obligados a subir al tren del XXI, pero en buenas condiciones para evitar caer en los errores cíclicos de siempre.
Tras ocho meses de crisis diplomática inacabada desatada por el Gobierno español, por la entrada clandestina y bajo identidad falsa, del presunto líder del Polisario, Brahim Gali, a España, ha llegado la hora de construir una vecindad estratégica y lógica entre ambos reinos.
Ha llegado la hora de interiorizar que lo mejor para los dos países está en la unión y no en la desunión, en la distensión y no en la tensión. La crispación no beneficia a nadie. Tenemos que aprender la lección del pasado cercano y lejano. Casi tenemos el mismo destino y los mismos desafíos en un nuevo orden mundial post-pandemia.
España no puede remar sola en las aguas turbulentas del Mediterráneo y el Atlántico, tampoco lo puede Marruecos. Nos necesitamos; por eso, podemos pasar por alto todas las diferencias actuales y remotas pendientes. Cuando se quiere siempre se puede. Sólo falta negociar, hablar y dialogar dentro del respeto y la pragmática impuesta por la nueva dinámica regional e internacional.
La decisión americana de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental el 10 de diciembre de 2020, forma parte de esta dinámica. España no tiene más remedio que seguir esta nueva dinámica acerca de la cuestión sahariana. Alemania es un ejemplo a seguir para España.
Los dos países están obligados a convertir la crisis actual en oportunidades y expectativas. Las cabezas pensantes y prudentes, ya son muchas en las dos orillas, han de mojarse e intervenir para suavizar el ambiente bilateral y reflexionar en lo mejor para los dos pueblos.
Las relaciones bilaterales han mejorado mucho en la década saliente, sobre todo entre 2012-2018. Fue una década de calma, de tranquilidad, de colaboración y de entendimiento. En 2012, España se convirtió en el primer socio comercial de Marruecos, arrebatando el liderazgo a Francia, gran socio y amigo de Rabat. Esa década se culminó con la presencia de casi 20000 pymes españolas en Marruecos.
En las dos últimas décadas, los dos países han conseguido salvaguardar las relaciones económicas, comerciales, empresariales, sociales y de seguridad, de los efectos de las tensiones políticas y diplomáticas.
Pero la estrecha cooperación económica y de seguridad no se reflejó en lo político y diplomático. Por eso, ha llegado el momento de poner los elementos ayudantes y positivos al sirvió del factor político.
En otras palabras, debemos encauzar la estrecha cooperación en la pesca, la agricultura, el turismo, la Administración, la Justicia, en la luchar contra el terrorismo, el narcotráfico, las mafias y la inmigración, a consolidar una vecindad estratégica, armónica y duradera.
Lo que está pasando desde el verano de 2018, en general, y desde el 10 de diciembre de 2020, en particular, nos trae a memoria otras dos etapas: la primera entre 2001-2003, cuando los dos países estaban al borde de la guerra por la ocupación militar española de la isla de Perejil; y la segunda entre 2009 y 2011, con el incidente de la agresión de la policía española a jóvenes marroquíes en la frontera de Ceuta y la congelación de la prolongación de acuerdo de pesca entre Rabat y Bruselas.
Ya tenemos lecciones y moralejas para superar el impasse actual. Miguel Hernando de Larramendi, investigador español especialista en los asuntos marroquíes, en un artículo publicado en la revista europea “ Afkar/ Ideas ”, n. de diciembre 2003; advirtió a los responsables españoles y marroquíes.
“Históricamente la debilidad de intereses económicos y poblacionales españoles durante el período colonial había hecho probablemente menos traumática la retirada española del territorio marroquí, pero también impidió que estos intereses actuarán como elemento estabilizador en los momentos de tensión entre España y Marruecos tras la independencia. El diagnóstico era claro: la ausencia de un tejido sólido de intereses compartidos contribuía a que las relaciones fueran muy sensibles a las crisis sectoriales que acaban contaminando el conjunto la creación de un ‘tejido de intereses multisectoriales’ que actuarán como amortiguador de las inevitables diferencias entre países vecinos», dijo Miguel Hernando de Larramendi.
En este artículo bajo título “España-Marruecos: una vecindad compleja”, insistía en la necesidad de confeccionar un “colchón de intereses” que puede, en los momentos difíciles, “desempeñar una labor preventiva “encapsulando” las crisis e impidiendo que afectarán al conjunto de las relaciones.”
La mejora de las relaciones hispano-marroquíes requiere una profunda reflexión sobre lo que pasó en los últimos meses.
La España de Sánchez debe leer la geopolítica actual con los ojos del presente y el futuro, y quitar de una vez las viejas gafas del siglo XX.