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MUSTAFÁ AKALAY Nasser
Mi primer encuentro con Juan Goytisolo fue hace 40 años, con ocasión de la presentación de su libro Crónicas sarracinas en la sede parisina de la editorial Ruedo ibérico, dirigida entonces por José Martínez Guerricabeitia, alma páter de la lucha antifranquista en Paris, y hoy arrojado al muladar de la historia por “los progres” de último cuño en los primeros años del felipismo.[1]
Ruedo ibérico desde su creación en Paris en 1961, se convirtió hasta el fin de la dictadura militar tres lustros después, en uno de los faros de la izquierda peninsular, paliando con libros editados en la capital francesa, pasados de contrabando, el empobrecimiento de la cultura histórica, política y literaria de la península ibérica, contando hasta su cierre con un fiel y comprometido colaborador Juan Goytisolo.
Juan Goytisolo, autor y hombre rebelde que por su enfrentamiento con la censura franquista se exilió en Paris desde 1957, y años más tarde, se trasladó a Estados Unidos, ejerciendo de profesor de literatura española en distintas universidades de ese país. En la década de los ochenta fijó su residencia en la ciudad imperial de Marraquech. Desde esta exótica atalaya se erigió en estudioso de la tradición oriental y de la cultura árabe, en luchador incansable por el diálogo entre los pueblos de ambas orillas del Mediterráneo y por el conocimiento de una parte de nuestra historia manipulada, falsificada por el proceso “civilizatorio” de unidad nacional hispano-católica emprendido en la península ibérica a partir del siglo XV.
El destierro voluntario de Juan Goytisolo se transmuta en una forma de ser y en una desmitificación del lugar de nacimiento como elemento sustentador de una determinada identidad española “Soy castellano en Cataluña, afrancesado en España, español en Francia, latino en Norteamérica, nesrani en Marruecos y moro en todas partes”.
La extensa obra de Goytisolo despierta sentimientos encontrados en todo lector interesado por lo español, en su pasado histórico y en su presente. Ensayista prolífico desde un exilio que le proporciona distancia para el análisis crítico y reflexivo, pertenece a esa categoría de autores que se esfuerzan por dar sentido a un pasado oculto y en ser la voz del otro (el judío, el morisco, el inmigrante), de los desterrados (Blanco White, Américo Castro) y de los olvidados por la historia oficial (Manuel Azaña).
Un autor que llama la atención sobre lo propio y lo ajeno, sorteando el discurso de lo correcto, y buscando una mayor profundización a través del carácter reivindicativo de sus escritos y ensayos: “La única moral del escritor, frente a la que no cabe recurso alguno, será devolver a la comunidad literario-lingüística a la que pertenece una escritura nueva y personal, distinta en todo caso a la que recibió de ella en el momento de emprender su tarea”. (Juan Goytisolo: Reinos de Taifas, Seix Barral 1986).
[1]El mítico y arrebatado José Martínez Guerricabeitia, la gran figura olvidada de la edición española en los años de Felipe González. Según Nicolás Sánchez Albornoz: José Martínez Guerricabeitia ha sido uno de los que más ha contribuido a perfilar culturalmente la España libre de hoy. No todas sus aspiraciones políticas se han cumplido, ni tampoco le ha llegado en vida un gesto de reconocimiento. España, devoradora de cadáveres, espera hasta verlo muerto para recordarlo.
Profesor en la Universidad Privada de Fez (UPF)