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Ismail El Khouaja
El Gasoducto Magreb-Europa (GME) ha llegado a su fin. Los generales de Argelia pusieron término a un megaproyecto energético que lleva 25 años suministrando gas de Argelia a España discurriendo por Marruecos.
Un proyecto estratégico se ve parado por una decisión incomprensible de los generales argelinos, una decisión que no está a favor ni de la propia Argelia que depende en gran medida de las importaciones del gas para dirigir sus graves asuntos internos, aunque todo el mundo sabe que la gran parte de estas importaciones terminan en manos de los generales que tienen villas y chalets en todas partes del mundo, mientras que el pueblo argelino está condenado a la pobreza.
El presidente de Argelia, Abdelmejid Tebboune, mantenía a todos en el pulso cuando decía que “aún no se ha tomado ninguna decisión en este sentido”, pero todo apuntaba que la decisión ya está tomada.
La decisión de cerrar el Gasoducto Magreb-Europa viene tras dos días cuando los países miembros de la ONU dieran un varapalo a Argelia y su Polisario a la hora de la adopción de la resolución 2602 que prorrogó el mandato del MINURSO en el Sáhara marroquí para un año más.
De los 15 países miembros, 13 votaron favorablemente a Marruecos, mientras que 2 se abstuvieron, lo que desató la ira del régimen militar al ver cómo las importaciones del gas y petróleo se fueron en vano.
Con la torpe decisión de cerrar el gasoducto, los generales han metido al gobierno socialista de Pedro Sánchez en un lío a lo grande. Sánchez cometió el error de guiarse por los generales y confiarse de sus promesas. En principio, la entrada del presunto genocida y líder de las milicias del Polisario, Brahim Ghali, tenía como objetivo garantizar gas a España. Pero ahora las cosas dieron otro cauce.
De las tesis que explican este giro de los generales respecto a España puede que sea que Argelia no le gustó el acercamiento hispano-marroquí tras el discurso real cuando el monarca Mohamed VI dio por zanjada la crisis bilateral, anunciando el comienzo de una nueva etapa inédita de relaciones.
Por eso, los generales sacaron la carta del gas para apretar al gobierno socialista español para que no cambie su postura respecto al Sáhara marroquí. Esto explica el silencio de Sánchez ante los últimos guiños de Rabat para acabar con la crisis.
El gobierno español está atrapado y arrodillado ante los generales que saben a ciencia cierta que en medio de esta temporada de frío, la competencia de los gigantes asiáticos y la disparada subida de electricidad en el Viejo Continente, que importa el 90% del gas consumado, está jugando a su favor.
España está consciente de ante semejante peligro ya no se puede ser un rehén en manos de los generales de por vida. Esta semana los responsables españoles han estado en Catar en busca de gas.
Los países del Golfo son una alternativa también para Marruecos que de momento está obligado a buscar alternativas del gas argelino, a la espera de sacar los frutos de su nueva estrategia energética que adoptó el Reino hace dos décadas.
Marruecos y España entonces están condenados a cooperar juntos para salir de este lío en que están metidos. Para una privilegiada cooperación, España debe tomar en consideración la resolución adoptada anteayer en La ONU. Todo el mundo apoya el plan de autonomía presentado por Marruecos. Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, así como otros países están ya invirtiendo en el Sáhara marroquí. España, como primer socio comercial de Marruecos, tiene que estar ahí y no quedarse rehén de los generales.