Rue20 español/ Rabat
Saleh aún tiene que pasar diez años en la cárcel por una condena por terrorismo pero este marroquí espera salir antes gracias a un programa de desradicalización que le ha ayudado a «reconciliarse» con el resto de la sociedad.
«Creía en ideas que consideraba justas, incluida la violencia … Gracias a Dios no tengo las manos manchadas de sangre», declara a la AFP Saleh, en la biblioteca de la prisión de Kenitra, cerca de Rabat.
Fue detenido en 2002 y condenado a muerte por «pertenencia a una célula terrorista y financiación de un proyecto terrorista». En 2019 gracias al programa «Moussalaha» (Reconciliación ) le conmutaron la pena por 30 años de prisión y podría obtener una nueva medida de clemencia.
El programa fue lanzado en 2017 por la administración penitenciaria (DGAPR) y otras instituciones para ayudar a los presos condenados por «terrorismo» que quieran arrepentirse.
Desde 2002 Marruecos ha desmantelado más de 2.000 células yihadistas y detenido a más de 3.500 personas acusadas de vínculos con grupos islamistas radicales.
Según una fuente de seguridad en Rabat, hay 1.662 combatientes marroquíes identificados en la zona sirio-iraquí desde 2011.
– «Tender la mano» –
Saleh, de unos cincuenta años, cayó en el radicalismo «en la década de 1990 a través de un imán de Jamaa Islamiya», una organización salafista egipcia, cuando frecuentaba una mezquita de Turín, en el noroeste de Italia, país al que había emigrado.
En 2001 decidió «irse de este país de infieles» para instalarse con su familia en Afganistán, gobernado entonces por los talibanes.
Pero los atentados del 11 de septiembre frustraron sus planes. Se vio obligado a regresar a Marruecos, donde lo detuvieron y acusaron de pertenecer a una célula terrorista.
«Yo creía en el deber de combatir a los tiranos que no aplican la ley islámica (sharía) y a los Estados que agreden a los musulmanes «, confiesa Saleh.
Su fe se basaba en una lectura literal de los textos religiosos.
Pero muchas personas radicalizadas «sienten la necesidad de deshacerse de sus ideas extremistas una vez que están a solas», explica a la AFP Mohamed Damir, condenado a muerte en 2003 por «terrorismo».
Este marroquí de 47 años dice haberlo sentido tras años de prisión. Pero «con la misma sinceridad que cuando me radicalicé», asegura.
Desde entonces intenta convencer a las autoridades de que «tiendan la mano» a los presos como él.
En 2011, su pena fue conmutada por 30 años de prisión y recobró la libertad en 2017 tras participar en la primera edición del programa «Moussalaha».
«La idea es el fruto de un nuevo enfoque, adoptado en 2015, que consiste, entre otras cosas, en vigilar la evolución de estos condenados y ayudar a quienes quieran cuestionarse», explica un alto cargo de la DGAPR, Moulay Idriss Agoulmam.
– «Sinceridad» –
La reinserción de Mohamed Damir comenzó con estudios de derecho.
«Descubrí el concepto de contrato social que permite a todos vivir en paz ya que forzosamente somos diferentes unos de otros», dice. » Fue decisivo en mi evolución».
El exrecluso leyó a los filósofos Jean-Jacques Rousseau y Voltaire que, según él, «no están tan alejados del espíritu del islam, de la justicia, de la igualdad y la tolerancia».
Saleh también ha «descubierto los derechos humanos, no tan alejados del islam, a pesar de algunas reservas».
Además de los temas religiosos, el programa «Moussalaha» incluye conferencias sobre derecho y economía y apoyo psicológico durante tres meses.
Participaron en él un total de 207 detenidos, incluidas ocho mujeres. Entre ellos 116 recibieron un indulto real y fueron liberados. Otros 15 obtuvieron reducciones de penas.
A su salida de la cárcel Mohamed Damir se unió a Rabita Mohammadia de Ulemas, la asociación oficial que supervisa el componente religioso del programa. Ahora acompaña a los que quieren desradicalizarse, «lo que no siempre es fácil». AFP